Adoración en el Santuario

16 julio, 2011

Hay dos aspectos que me parecen están en tensión en relación con la adoración en el templo, o como algunos lo llaman: la iglesia. Antes de mencionar esa tensión, permíteme hacer una distinción entre el templo y la iglesia. Templo es el edificio; ya sea de madera o concreto; muy lujoso o muy sencillo, el templo es el edificio. La iglesia, somos todos los que adoramos a Dios en el templo o fuera de él. Todos los que hemos escuchado y obedecido a la voz de Dios de salir, de renunciar a nuestros antiguos caminos y entregar la vida a Dios. La iglesia no es el edificio sino las personas, el pueblo de Dios que le adora.

Bueno, con eso en mente, ahora sí. ¿Cuáles son los dos aspectos que me parecen están en constante tensión en el tema de la adoración? 1) Algunos hacen un énfasis muy especial en torno a ciertos lugares del templo como más santos que otros. Por ejemplo: Hay quienes piensan que determinada persona no puede pasar a la plataforma principal de la manera como está vestida, pero sí le permiten pasar a la plataforma de la Escuela Sabática de esa manera (algunos templos tienen dos plataformas: una para la Escuela Sabática y otra para el culto divino). 2) Por otro lado están quienes argumentan que el templo no es importante; que es solo un edificio; que lo importante es la actitud y por lo tanto no se preocupan de la manera como se presentan a los servicios del templo.

Tú, ¿Qué opinión tienes? Antes de avanzar en esta lectura, te invito a que reflexiones para dar una respuesta a la pregunta y a la vez, ¿en base a qué darías tu respuesta?

¿Hay alguna base bíblica para recibir orientación al respecto? Te sugiero lo siguiente:

  1. En primer lugar, hay que decir que el templo de ahora, en donde nos reunimos para adorar a Dios, tiene su paralelo con el Tabernáculo, con el Santuario, con el Templo y Sinagoga de la Biblia. Esto nos puede ayudar para identificar las funciones que desempeñaban estas diferentes figuras en su momento. Entre los muchos pasajes, dice Jesús: "Mi casa, casa de oración será llamada…" (Luc. 19: 46). Es un lugar de oración, de adoración, de exposición de la Palabra, de consuelo, de encuentro con Dios, un lugar para llevar ofrendas a Dios. Todo lo que no corresponda con esto debe quedar fuera.

  2. El Templo es la casa de Dios. El apóstol Pablo le dijo a Timoteo: "Para que si Tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios que es columna y baluarte de la verdad" (1ª. Tim. 3: 15). El Templo es su casa, no la nuestra; por lo tanto Él manda, Él dice cómo, no nosotros. Además, el templo es propiedad no de cualquier persona, sino del Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 17:14). El más excelso de todos los seres del universo. Si fuéramos invitados a la casa de los reyes de España o de la reina de Inglaterra, por decir un ejemplo, lo haríamos con nuestro mejor atuendo. La casa de Dios demanda nuestra mejor presentación (Sal. 15: 1, 2).

  3. El Templo es un edificio sí, pero diferente de todos los demás edificios ¿correcto?. La diferencia la hace la presencia de Dios que santifica ese lugar. "Mas Jehová está en su santo templo…"(Hab. 2: 20). "…llenaré de gloria esta casa" (Hag. 2: 7).

  4. Entonces es necesario un equilibrio, la actitud que es muy importante no elimina la forma en cómo nos presentamos en el templo. Tampoco la forma, elimina la actitud. "…Dios se propicio a mí que soy pecador…"(Luc. 18: 9-14). La actitud humilde, reverente, de respeto, de confianza y acompañado del reconocimiento de nuestras faltas, nos permitirá actuar y estar ante la presencia de Dios en su casa, de la mejor manera posible.

  5. Cuando hacemos un comparativo de las figuras pasadas como el tabernáculo o Santuario con el templo actual, no debemos tratar de encontrar en todo una analogía. Pero lo que sí sería importante es resaltar y aplicar los principios o verdades fundamentales. Por ejemplo el principio de la adoración, de la reverencia y del reconocimiento de la majestad de Dios.

Querido amigo, que nuestra adoración a Dios en el Templo, sea de la mejor calidad tanto en lo externo (manera de presentarnos) como en lo interno (de corazón).

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