¿En qué consiste la bienaventuranza de Israel en relación con la adoración?
Jose Mercedes Espinosa
Moisés declara "Bienaventurado tú, oh Israel" (Deut. 34:29). Y esa declaración se toma como el título de la lección de esta semana, pero sin duda muchos se preguntarán por qué se le llama a Israel bienaventurado en relación con la adoración.
Al considerar lo que implica la verdadera adoración y el impacto que tiene sobre el adorador, encontramos que es bienaventurado no solo Israel, sino todo aquel que adora a Dios con la actitud correcta y con la plena comprensión de lo que la adoración implica. Veamos algunas razones de esta bienaventuranza.
En primer lugar sabemos que hay una ley de la mente según la cual el hombre puede llegar a ser semejante al objeto de su adoración y que el desarrollo humano está en relación directa con lo que adora. Si tú adoras un objeto inanimado, o alguna criatura que te impacte, tu vida será afectada por eso que adoras y tu desarrollo no será superior a lo que adoras. Al adorar al Dios creador y todopoderoso, al cual Moisés describe como alguien que "cabalga sobre los cielos para tu ayuda, Y sobre las nubes con su grandeza" (Deut. 33:26), y presenta como eterno y como refugio, naturalmente confirmamos que es bienaventurado quien adora a un Dios de esa naturaleza.
Además, hay beneficios prácticos al adorar a un Dios que es amor y a la vez todopoderoso. Esos dos atributos de Dios dan al adorador plena seguridad en medio de cualquier problema. En muchos casos como hijos contamos con padres que son puro amor para nosotros, que nos aman entrañablemente. Pero cuántas veces, aunque nos amen con todo su corazón, no tienen la capacidad de resolver nuestros problemas o de atender a nuestras necesidades por las limitaciones económicas o de influencia y poder. Sin embargo, el Dios a quien adoramos no solo nos ama con un amor superior al que puede manifestarnos el mejor padre terrenal, sino que además es todopoderoso. No está limitado por nada. Y es maravilloso que ese amor y ese poder se ejerzan en nuestro favor. Por esa razón Moisés declara que "Israel habitará confiado" porque "el eterno Dios es tu refugio" (Deut. 33:27 y 28). Y esa es la bienaventuranza para todo aquel que adora a Dios.
Por último, es importante aclarar que esa bienaventuranza se cumple cuando la adoración es verdadera. Pues, como señala la lección, la adoración no consiste en rituales muertos y tradiciones que han llegado a ser un fin en sí mismos. La verdadera adoración cambia nuestras vidas porque las enfoca en Dios. El adorador se olvida de la gratificación propia y de todo deseo de exaltación personal y, consciente de su propia impotencia y con corazón quebrantado, derrama su alma ante Dios.
La adoración verdadera es una sumisión total de nuestra voluntad a Dios. Implica reconocerle y aclamarle como nuestro creador y redentor, como nuestro único refugio. Incluye dejar a sus pies nuestra vida y todo lo que ella implica. Es entonces cuando somos transformados, porque le permitimos libremente que intervenga en los aspectos más íntimos de nuestras vidas. ¡Entonces somos bienaventurados!