“¿Quién podrá sostenerse en pie?” (Apocalipsis 6:17)

Daniel Nae

sábado 17 de septiembre, 2011

Normalmente, esta pregunta nos transmite incertidumbre, inseguridad y aún temor, porqué la intensidad del gran conflicto en Apocalipsis llega pronto a su nivel máximo y nos sentimos débiles, todavía no preparados para enfrentar la crisis final, en la cual la adoración será el asunto decisivo. La proximidad y la intensidad de la lucha espiritual que nos espera requieren una respuesta inteligente, pronta y práctica. ¿Tu podrás sostenerte de pie? ¿O piensas que la victoria es solo para héroes dotados con dones especiales? Y si es posible vencer, también es muy importante saber ¿Cómo?

En el primer lugar, una observación general. La pregunta del título puede ser engañosa en el sentido que nos da la impresión que nosotros somos el centro del cuadro bíblico apocalíptico. Nosotros somos parte del conflicto final, pero no su centro. Muchas veces nuestro estrés espiritual es el resultado de un egocentrismo que nos tapa el marco general del panorama bíblico. ¿Quién es el centro del libro Apocalipsis? Si no somos nosotros, entonces ¿quién? ¿El gran dragón escarlata, la bestia con siete cabezas y diez cuernos, o la bestia que sube de la tierra? ¡Definitivamente no!

Apocalipsis 5:6 dice: “Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado…”. En el centro de este escena, del capítulo, del libro, de la Biblia, de todo, se encuentra Jesús. ¿Es El Cordero inmolado el centro de tu vida, también? Él “estaba en pie”, como un símbolo de la victoria de su sacrificio salvador, para recibir la adoración de “todo lo creado” (v. 13). Tu podrás sostenerte de pie, por su gracia redentora, porque la fuente del poder no eres tú, sino él.

En el segundo lugar, Jesucristo nos prepara de una forma especial para la crisis final. Prácticamente, la respuesta a la pregunta “¿Quién podrá sostenerse en pie?” se da en el capítulo siete de Apocalipsis, donde se habla del sellamiento, la obra progresiva, transformadora del Espíritu Santo en nuestra vida, por la cual Dios confirma que le pertenecemos (2 Timoteo 2:19), porque nuestro carácter es semejante al carácter de Cristo (Ezequiel 9:4; RH 21 de mayo de 1985). Es interesante notar que el sellamiento, tanto en Ezequiel, como en Apocalipsis, se hace en el marco del conflicto entre la verdadera adoración al Creador de los cielos y la falsa adoración, la idolatría, que es rendir homenaje al ser creado o a las imágenes de las cosas celestiales, en lugar de adorar a Dios (Ezequiel 8-9; Apocalipsis 13-14). Los que reciben el sello tienen una identidad distinta: son fieles a Dios, gimen por la decadencia moral y sufren persecución por su fidelidad. Sin embargo, en el marco final de la historia, Dios añade un significado especial a la obra del sellamiento: protección y salvación (Éxodo 12:7.12.13; Ezequiel 9:2-6). Dios no ha prometido protegernos de persecución. Al contrario, nos advirtió que “pruebas y persecuciones sobrevendrán a todos que obedezcan la Palabra de Dios” (ST 6 de mayo de 1997) y que “así como Cristo fue odiado sin causa, también será odiado su pueblo por ser obediente a los mandamientos de Dios” (RH, 26 de diciembre de 1899). Sin embargo, el sello de su Espíritu Santo nos fortalecerá para resistir a la persecución. Es una protección de nuestra integridad moral, de nuestra lealtad, porque el sello es una consolidación en la fe, esperanza y amor que no puede ser abatida. ¿Estás preocupado si vas a soportar la increíble presión final? No hay mejor preparación para este tiempo que permitir al Espíritu Santo transformar tu vida y cambiar nuestra adoración en un modus vivendi.

Para muchos de nosotros, la adoración es un acto aislado, un momento de emoción espiritual, un espacio limitado en nuestro complicado programa posmoderno. Poca adoración, pero mucha sutil idolatría. Claro, esta no lleva formas brutas, como en el pasado, sin embargo, no importa que finas y elegantes son, si sacan a Jesús del centro de tu vida, son “malvadas abominaciones” (Ezequiel 8:9).

Algunos días atrás, un compañero contó la historia del último rey maya que adoraba…un caballo. Un caballo! Nos parece ridículo, totalmente ridículo, así como nos parece sin sentido adorar un pedazo de madera, en el tiempo de Isaías (capítulo 44). Sin embargo, te has preguntado alguna vez ¿cómo miraran las generaciones futuras, si Cristo no vendrá pronto – espero que venga- como miraran el tiempo que dediquemos nosotros hoy a los ídolos de la moda, de los deportes, de la tecnología? ¿Nos será posible que les parecerían tan ridículo dedicar tres horas al día a facebook, por ejemplo, en el siglo XXI, como adorar a un caballo en el siglo XVII? Finalmente, lo que ocupa nuestro tiempo y nuestra afección, sacando del centro de nuestra vida a Jesús, es un ídolo totalmente ridículo, no solo cuando lo miras atrás, en la historia, sino especialmente desde la perspectiva de la eternidad.

¿Quién podrá sostenerse de pie en el tiempo final? Los que se postran de rodillas en adoración a Jesús hoy, se sostendrán de pie mañana!