Un error fatal: El engaño de las obras de la ley
Felix Hadid Cortez
La mayoría de los errores que cometemos son superables. Sufrimos las consecuencias, a veces bastante dolorosas, pero los dejamos en el pasado y continuamos con nuestras vidas. Existen, sin embargo, cierto tipo de errores de cálculo aparentemente pequeños, errores de juicio que consideramos sin importancia, que pueden crecer inadvertidamente hasta amenazar nuestra misma existencia. Hoy quisiera invitarte a considerar brevemente uno de estos errores fatales: el engaño de las obras de la ley.
Existe una regla que las tripulaciones nunca infringen cuando se disponen a lanzar un globo aerostático. Ellas se ubican alrededor de la canasta y la sujetan con ambas manos para prevenir que despegue antes de tiempo. También colocan firmemente un pie, sólo uno, cerca de la base. La regla dice que ese pie nunca debe despegarse del piso.
Una mañana de primavera de 1932 un grupo de personas se había reunido en el campamento Kearny, en San Diego, para presenciar la llegada de la aeronave de Helio más grande del mundo, el USS Akron. Esta enorme nave de 785 pies de largo había sido lanzada el año anterior y representaba el clímax de la tecnología de aviación. Doscientos reclutas de la marina de los Estados Unidos esperaban listos para sujetar las numerosas cuerdas de la nave y asegurarla firmemente en tierra. Cuando ésta finalmente llegó tuvo problemas para aterrizar debido a ráfagas de aire ascendente. Finalmente, después de cuatro intentos, la tripulación de tierra fue capaz de sujetar las cuerdas y asegurar la trompa en tierra. Sin embargo, una corriente de aire empezó a levantar la cola de la enorme aeronave. La tripulación quiso sujetarla, pero sin éxito. Primero se levantó 60 centímetros, luego un metro, después un metro y medio. ¿Qué hacer? La tripulación era inexperta y no comprendía el poder de la aeronave. Cuando la nave alcanzó 3 metros, la tripulación se dejó caer a tierra aterrizando unos sobre otros pero sin mayor daño. Uno esperó hasta los 6 metros y se rompió un brazo en la caída. Mientras el USS Akron se levantaba cada vez más, la multitud se dio cuenta con horror que tres hombres todavía permanecían aferrados a la cuerda. Uno de ellos, el marino Edfall, se desplomó hacia la muerte desde los 50 metros de altura como un saco de arena. El USS Akron seguía elevándose. Después, la multitud horrorizada vio como el marino Nigel M. Henton cayó moviéndose desesperadamente y revotaba en el piso duro sin poder hacer nada para salvarlo. El tercero, Charles "Bud" Cowart, fue encontrado con vida milagrosamente dos horas después. No es claro si logró amarrarse con la cuerda o la tripulación de la nave logró rescatarlo. [i]
Muchas veces cometemos el error de creer que podemos controlar ciertas cosas y nos aferramos a ellas creyendo que finalmente las someteremos. Cuando las cosas empeoran se vuelve más difícil soltarlas porque las consecuencias son más dolorosas y por lo tanto nos seguimos aferrando hasta que quedamos atrapados en una situación sin salida.
Los cristianos cometen un error similar cuando se aferran a las obras de la ley como un medio de salvación. La Biblia es clara respecto a que las obras de la ley nunca te podrán salvar (Rom 3:20, 29; Gal 3:16, etc.); sin embargo, cuanto más te aferras a ellas es más difícil soltarlas, porque la caída es más vergonzosa.
Existen dos razones básicas por las que las obras de la ley no nos pueden salvar.[ii] Primero, las obras de la ley no resuelven el problema de los pecados pasados. Aún cuando pudiéramos lograr la perfección por nuestros propios esfuerzos, todavía tendríamos que pagar la deuda por los pecados que ya hemos cometido. La Biblia es clara en que "la paga del pecado es muerte" (Rom 6:23). La única forma de resolver este problema es aceptar la oferta gratuita que Jesús nos hizo de dar su vida en nuestro lugar.
La segunda razón es todavía más importante. La Biblia dice que nuestro problema va más allá de lo que hacemos o hemos hecho. Tiene que ver con lo que somos. Pablo explica: "sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado" (Rom 7:14). El cumplimiento de la ley requiere no sólo que obedezcamos perfectamente sino que también los motivos por los que obedecemos sean perfectos. La injerencia de la ley va más allá de los actos, llega hasta los motivos. No es suficiente no matar al prójimo, sino que debemos evitar enojarnos con él (Mat 5:22). No basta con no vengarse de los enemigos, también debemos amarlos y orar por ellos (Mat 5:43–44). La ley sólo puede cumplirse cuando amamos a los buenos y a los malos (Rom 13:8–10). Para lograr eso, necesitamos ser transformados, ser creados de nuevo, nacer de nuevo (2 Cor 3:18; 5:17; Juan 3:3–6). La ley no lo puede hacer. La ley sólo te puede decir que estás mal, pero no puede darte el poder para resolver el problema de la debilidad humana. Sólo Dios puede crearnos de nuevo. Por eso sólo Jesús, que es Dios, puede ser nuestro salvador. ¿Cuánto cuesta? Fe para entregarle a Dios nuestra vida sin reservas y permitir que él la moldee.
Muchos nos aferramos a las buenas obras creyendo que ellas nos ganarán la salvación. Pero eso es imposible. Poco a poco nos damos cuenta que las victorias que obtenemos por nuestro esfuerzo no resuelven los problemas del corazón. Buenos por fuera, diablos por dentro. Entre más nos aferramos, el temor al fracaso hace más difícil que nos soltemos para aferrarnos a la gracia de Dios. Pero debemos hacerlo. Cuando caemos al suelo para pedir a Dios que por su misericordia (llamada gracia) nos transforme, entonces Dios nos crea de nuevo para que seamos buenos por fuera, y cristianos por dentro.
[i] Jeff Wise, Blog "Mind Traps: The Fatal Mistake of Hangin on Too Long," Blog: "Extreme Fear" en el sitio Psychology Today [http://www.psychologytoday.com/blog/extreme-fear/201101/mind-traps-the-fatal-mistake-hanging-too-long] Visto el 12 de octubre de 2012.
[ii]Para un estudio más profundo, lee Roberto Badenas, Más allá de la ley: Valores de la ley en un teología de gracia (Semillas de Esperanza, Madrid: Safeliz, 2000), 326–7.