El regalo es tuyo… si…

15 octubre, 2011

Cierto día le dije a uno de nuestros hijos: … "el regalo es tuyo… si…" a lo que él respondió de inmediato, _"entonces,  ¿tengo que ganarme el regalo, no?"_ Su picaresca observación me ayudó a comprender que mi propuesta encerraba un oxímoron sin sentido de "un regalo ganado".  En las relaciones padre-hijo, sin embargo, he observado que esa estrategia de la "zanahoria" o "premio-castigo" es frecuente debido a que a través de ella tratamos de regular el comportamiento de nuestros muchachos. "Eso que quieres…es tuyo…si".   Evidentemente es una expresión frecuente. El premio o regalo ya está allí, es accesible, hermoso, llamativo… pero de alguna manera aun está vedado y fuera del alcance. Una lista de actividades o responsabilidades deben ser cumplidas, "¡El si ! ...", antes de obtener el regalo que "es tuyo". Ese sistema de premios, y no estoy haciendo un caso en su contra, ha moldeado nuestras mentes cuando pasamos al terreno de la doctrina de la salvación. Tú puedes ser justificado, santificado y salvado…si…y se introduce inmediatamente la lista de deberes. En resumen, la justificación es tuya…si.

No debe, entonces, sorprender que la cuestión de cómo  el hombre es justificado ante Dios fuese un  tema de intensas discusiones teológicas a través de la historia de la iglesia. Yendo, el énfasis, de un lado a otro de la balanza, e incluso, algunos tratando de hacer toda clase de piruetas al punto de contradecirse a si  mismos para mantenerse en la cuerda de equilibrio. Dando un repaso a la historia de la doctrina de la justificación, entre los teólogos tempranos de la iglesia, podría dejarnos perplejos y confundidos. Por ejemplo, Clemente de Roma, quien se cree fue un discípulo de Pablo, subrayó que el creyente "no es justificado por si mismo, o por su sabiduría, entendimiento, piedad, u obras…pero sí por  medio de la fe," [1]. Sin embargo, otros no eran de la misma opinión. Tertuliano, a la vez que creía en la importancia de la fe, encontraba un rol para las obras en la justificación. Él expresó lo siguiente: "Dios acepta buenas obras, y si Él las acepta, entonces Dios las premia." [2] ¿Cómo Dios premia esas buenas obras? En la opinión de Tertuliano, justificando al creyente por medio de ellas. Estas dos visiones han permanecido a través de los siglos en la iglesia.

Pablo, sin embargo, consideró que el asunto estaba claro. Escribiendo a los romanos simplificó el tema exponiendo que "el hombre es justificado por la fe sin las obras de la ley" [3]. Para Pablo el regalo es tuyo y es accesible ahora. No necesitas añadir otro componente para recibirlo; la fe es suficiente para apropiarte de la gracia de Dios. A los gálatas, para los cuales la doctrina de la justificación se había tornado oscura y problemática, les hizo claro en el capítulo 2 y verso 16, de su carta,  que las obras de la ley no juegan papel alguno en la justificación del pecador. No todos han logrado comprender claramente al apóstol, pero entre los autores cristianos que mejor le captó su visión, en mi opinión, está Elena White. En un artículo titulado: "Justificación por Fe", enfatizó: "Cuando Dios perdona al pecador, remite el castigo que merece, y lo trata como si nunca hubiera pecado. Dios lo recibe dentro del favor divino, y lo justifica…solo a través de la fe en la expiación hecha a través de su hijo". [4] La gracia y el favor de Dios, la justificación y el perdón son regalos inmerecidos de los que nos apropiamos solamente por fe. Entonces, en el pensamiento paulino ¡el regalo es tuyo, ahora!


[1] Clemente de Roma, Letter of the Romans to the Corinthians, 32.4 en Holmes 63, 65.

[2] Tertullian, On Repentance, 2, in Ante-Nicene Fathers, ed. Philip Schaff et al., 10 vol. (Peabody,    MA: Hendrickson, 1994) 3:202.

[3] Romanos 3:28.

[4] Ellen G. White, "Justification by Faith" in Sings of the Times, March 3, 1893.

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