PONER EL ÁCENTO EN LA SILÁBA CORRECTA
Juan José Andrade
Para muchos, el asunto de la ortografía ha sido un verdadero problema. Hay personas que realmente sufren cuando se les pide escribir algo, ya sea de manera pública o privada, al redactar un documento. Esto ocurre debido a la incertidumbre de escribir adecuadamente las palabras.
La verdad, escribir es un arte y no es fácil; especialmente el asunto de la acentuación requiere un conocimiento preciso de las reglas para su correcta escritura. Poner el acento en la sílaba en la que no lo lleva puede hacer decir a la oración otra cosa totalmente diferente. Por otro lado, no acentuar una palabra que lleva acento denota falta de conocimiento.
Los acentos en el título de este artículo han sido puestos de manera incorrecta intencionalmente, pero hay muchas ocasiones en las que por más que queremos asegurarnos de escribir bien algo, resulta que no era así.
La lección de esta semana trata justamente el asunto de poner el énfasis en un lugar correcto en cuanto a asuntos doctrinales, especialmente en lo que concierne a la ley.
A lo largo de la historia de la iglesia cristiana ha habido ocasiones, personas y grupos que han puesto el "acento en la sílaba incorrecta". Al decir esto, me refiero específicamente al lugar que ocupa la ley en el plan de la salvación. Para algunos la ley no tiene nada que ver en el plan de la salvación, se basan en Gálatas 3:10 y Romanos 3:28: "Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición…" "Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley" y "No estamos bajo la ley sino bajo la gracia" (Ro. 6:14). Su énfasis ha sido ese: la ley no sirve para nada. Para otros la ley es central en este propósito, y arguyen que: "De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Ro. 7:12). Entonces han colocado el acento allí, en la centralidad de la ley y enfatizan lo que la ley dice y lo que "hay que hacer". Pero el apóstol Pablo en esta semana, mediante su carta a los Gálatas, nos ha llevado a colocar el acento en la sílaba correcta. Es decir, primero pregunta: ¿Es importante la ley? ¿Tiene alguna utilidad? (Gál. 3:19) y él mismo responde: sí. Entonces aparece su insigne declaración: "De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe" (Gál. 3:24).
No voy a repetir lo que la lección nos dice en cuanto al ayo, quién era y qué hacía. Solo diré que de manera muy clara y sencilla el apóstol dice que la función de la ley es mostrar nuestra condición de pecado (Ro. 3:20; Rom. 7:7). También dice que la ley como un ayo nos toma de la mano y nos conduce a Cristo porque no puede hacer más por nosotros; es decir, no puede limpiarnos ni justificarnos y como no lo puede hacer entonces nos lleva a Cristo, quien nos justifica por la fe (Gál. 3:24).
Es en este contexto que la Biblia dice que no estamos bajo la ley. Una persona que no tiene a Cristo (que no lo ha aceptado como su Salvador personal), está bajo la condenación de la ley. Pero la persona que le entrega su corazón al Señor es guiado por la ley para ver su situación personal y entonces (como un ayo) llevado a los pies del Maestro divino para su justificación.
Entonces, poner el acento en la sílaba correcta en cuanto a la función de la ley sería por un lado: 1) Que la ley no nos salva y no nos justifica. 2) Pero por otro lado, la ley nos ayuda para ver nuestra condición de pecado; nos dice qué es pecado, qué está bien y qué está mal y nos conduce a Cristo, el Maestro divino, quien sí nos salva y justifica. Allí termina la función de la ley, al llevarnos a Cristo. Pero su función es constante, porque constantemente nos estamos desviando del camino. Entonces, todos los días, nos toma de la mano y nos lleva a Cristo.