¿Cuánto cuesta ser adoptado?
Jose Mercedes Espinosa
La lección de esta semana considera el privilegio de la adopción. Pero, ¿cuánto cuesta ser adoptado? Por supuesto que la adopción tiene un precio. La página de internet “Buenos Padres”, en el artículo “¿Cuánto cuesta adoptar un niño?”, informa que el costo de una adopción podría fluctuar entre los $ 4,000 a $ 30,000, pesos, dependiendo si la adopción es nacional o internacional. Hay honorarios que se pagan a la agencia que procesa la adopción y lo que se paga al país donde se va a adoptar. En algunos casos la adopción es privada y tiene que intermediar un licenciado, quien procesa la adopción. En cualquier caso el proceso de la adopción incluye muchos trámites y costos. Obviamente, esos gastos no los paga el que es adoptado, sino el que adopta. Lo mismo ocurre en la adopción que Dios hace de nosotros. La adopción tiene un precio muy alto. ¡Pero ya ha sido pagado!
Los costos de nuestra adopción no pueden ser cubiertos con moneda nacional ni extranjera. Los trámites han sido laboriosos y complejos. Quiero referirme aquí sólo a dos trámites que hizo Jesús para lograr nuestra adopción: (1) adoptó la naturaleza humana, y (2) murió por nosotros.
A fin de tener una idea del hecho de que Jesús adoptó naturaleza humana pensemos en él como un pastor que va delante de sus ovejas. Jesús mismo se describió como el buen pastor y señaló que el buen pastor va delante y sus ovejas le siguen. Jesús, como el pastor, va avanzando mirando hacia adelante en el camino por donde va conduciendo sus ovejas. Confía que sus ovejas van tras él. Pero en algún momento del camino se detiene, mira hacia atrás para asegurarse de que sus ovejas le van siguiendo. ¡Oh! ¡Sorpresa! Las ovejas se han dispersado. Isaías afirma: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isa. 53:6). Con tristeza el pastor observa que algunas de sus ovejas andan trepando por las peñas como las cabras. Otras han quedado atrapadas entre los zarzales y unas más han caído a un barranco. ¡Todas se descarriaron! Las reglas indicaban que la oveja que se descarriara, era oveja que debía morir. “El alma que pecare, esa morirá” (Eze. 18:4). Por lo tanto todas las ovejas son llevadas al matadero.
El pastor observa con tristeza sus ovejas sentenciadas a muerte. El hacha del verdugo está por caer sobre cada una de ellas. Pero entonces interviene: “¡Un momento! Ninguna de las ovejas morirá” ¿Por qué no? –Se escucha una voz desde el abismo. ¡Se han descarriado! Deben morir… Pero… para sorpresa del universo, el pastor declara: “yo moriré por ellas”. Pero entonces la voz se escucha nuevamente: “¡tú no puedes morir por ellas!” –¿Por qué no? –Son mías, ¡ofrezco mi vida por ellas! Pero nuevamente se afirma: “¡tú no puedes morir por ellas! Ellas son ovejas, tú eres pastor, quienes se han descarriado son las ovejas y como ovejas deben morir. Entonces el pastor, interesado en salvarlas, pregunta: ¿y qué tengo que hacer para poder morir por ellas? “¡Oh!” –nuevamente la voz burlona resuena desde el abismo, como señalando un imposible- “¡tendrías que convertirte en oveja para morir por ellas!” El pastor reflexiona por un momento… Medita considerando el costo… y entonces…. expresa con determinación: ¡Pues me convierto en oveja! Fue así como Jesús se convirtió en uno de nosotros. Tomó naturaleza humana, se convirtió en “oveja”. Nació como hemos nacido todos nosotros. “Nacido de mujer, nacido bajo la ley” (Gál. 4:4). Ante los ojos asombrados de todo el universo, Jesús, el Hijo de Dios, se convirtió en el hijo del hombre para que los hijos de los hombres se conviertan en hijos de Dios. Ese fue el primer trámite para nuestra adopción.
El segundo trámite fue la muerte misma del Pastor, quien se ofreció voluntariamente en lugar de sus ovejas. Pensaríamos que las ovejas, sorprendidas por el amor de su pastor, se encuentran cabizbajas, meditabundas y constreñidas por el amor de su pastor, al verlo morir por ellas. ¡Pues no! ¡Ingratitud del corazón humano! Las ovejas están uniéndose a los demonios para quitar la vida a su pastor. “¡Crucifícale! ¡Crucifícale!” –gritaban. Y un poco más tarde desafían a su pastor: “Sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz” (Mar. 15:30). Y el pastor, muriendo como oveja, aún implora por ellas, “perdónalos porque no saben lo que hacen”. ¡Pero tú y yo sí sabemos! Jesús, el Hijo de Dios, tomó naturaleza humana y murió por nosotros. ¡Ese es el costo de la adopción!
Por la sangre de Cristo, ¡ahora somos hijos de Dios! Permanezcamos baja nuestra nueva casa paterna ¡con la maravillosa familia celestial que nos ha adoptado con infinitos privilegios!