¿Qué significa crucificar al mundo?: Otra mirada a la esencia del evangelio

Felix Hadid Cortez

domingo 25 de diciembre, 2011

¿Qué significa crucificar al mundo? Exploraré esta pregunta en el contexto de otras aseveraciones en el Nuevo Testamento acerca de crucificar a Cristo, y crucificar la carne, el mundo, o sus deseos.

 

Hebreos 6:4–6: Crucificamos a Jesús cuando matamos nuestra relación con Él

En Hebreos 6:4–6 el autor habla de que aquellos que abandonan la fe han "crucificado de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios."

¿Por qué fue crucificado Cristo Jesús originalmente? Sabemos que Jesús fue crucificado por los celos de los gobernantes judíos; sin embargo, la acusación que logró su condena fue que Jesús se había proclamado "rey de los Judíos." Por supuesto, el imperio Romano podía tolerar muchas cosas, pero no podía tolerar otro rey. Era un asunto de supervivencia.

¿Cómo crucifica una persona a Cristo Jesús? La expresión no puede ser literal aquí puesto que Jesús está a la diestra del Padre en una posición de poder (Heb 1: 3; 8: 1). Tampoco crucificamos de nuevo a Cristo cada vez que pecamos. Hebreos hace claro que Cristo murió "una sola vez" por nuestros pecados (Heb. 9: 27–28). Su sacrificio es, por definición, único e irrepetible (7: 27; 9: 12; 10: 10). La crucifixión del Hijo de Dios por parte del cristiano es una metáfora de un fenómeno que ocurre en la relación individual entre el creyente y Jesús. El creyente crucifica a Cristo Jesús cuando mata su relación con él.

¿Por qué crucificaría alguien a Cristo? Lo hace porque Cristo amenaza la estabilidad de su vida. Cristo demanda el poder de un rey o gobernante absoluto sobre nuestra vida. Jesús ha expresado que nada puede ser más importante que él, ni siquiera nuestro padre, madre, hijo o hija (Mat 10:37–38); mucho menos las cosas como posesiones o dinero (Mat 19:21). Jesús quiere que lo amemos por encima de nuestra vida misma y lo que tenemos. Igual que Roma y todo otro poder con aspiraciones absolutas, Jesús no acepta competencia. Si la persona quiere mantener control sobre su vida, debe rechazar y crucificar a Cristo.

 

Crucificamos la carne, el mundo y el viejo hombre
cuando matamos nuestra relación con ellos

Pablo utiliza la misma metáfora de la crucifixión para hablar de la esencia de la vida cristiana. Primero debemos recordar que Jesús mismo había definido la vida cristiana como el acto de "tomar la cruz", es decir, "negarse a sí mismo," y seguirle (Mat. 16: 24; Mar 8: 34; Luc. 9: 23). Es decir, la aceptación de Jesús en nuestra vida implica la crucifixión del yo (Gal. 2: 20). Esto no podría ser de otra manera porque el "yo" implica la voluntad humana gobernada por la naturaleza humana pecaminosa—conocida en el Nuevo Testamento también como la "carne"— y es contraria a la voluntad de Dios (Rom. 8:7; Gal. 5: 17). La "carne" debe ser juzgada, hallada falta, y crucificada como un enemigo si Cristo ha de ser el "Señor" de nuestra vida. De la misma manera, Pablo habla de crucificar al "mundo … para mí" (Gal. 6: 14), "la carne con sus pasiones y malos deseos" (5: 24), y "el viejo hombre" (Rom 6: 6). Es que el "yo" (o "el mundo," o "la carne," o "las pasiones y los malos deseos), igual que el imperio Romano y Jesús mismo, desea tener dominio absoluto. El "yo" desea implantarse en el centro del universo y demandar que todo lo demás le sirva. Jesús y el "yo" tienen deseos y objetivos mutuamente excluyentes. La existencia de uno requiere la muerte, tarde o temprano, del otro. Si una persona desea que Jesús tome el control de su vida, necesita crucificar "para sí mismo" (es decir, en relación a él) al "yo." Es simplemente un asunto de supervivencia. Cristo o el yo.

 

Gálatas 6: Una doble crucifixión

Los romanos sabían bien que sus enemigos no morirían al ser crucificados. Las heridas en las manos y los pies podían causar mucho dolor, pero no eran suficientes para matar a una persona. Era la falta de alimento, la exposición a los elementos de la naturaleza y el agotamiento lo que causaba finalmente la muerte. Lo mismo pasa en el plano espiritual. Cuando crucificamos "el yo" este no deja de existir pero sí pierde su poder sobre nosotros. Lo mismo ocurre cuando crucificamos el mundo, la carne, las pasiones y los malos deseos. Pasan a un segundo plano. Dejan de ser alimentados y servidos. Quedan clavados en el trasfondo de nuestra vida porque no les prestamos atención. Sufren una muerte larga y dolorosa, pero no tienen esperanza a menos que los bajemos de su cruz.

Por otro lado, los cristianos no tenemos el poder de acabar con el mundo como tampoco podemos erradicar nuestras propias tendencias al mal o destruir "la carne" de la que habla el apóstol. Eso es tan imposible como que una persona se crucifique a sí misma. La crucifixión es algo que sólo puede ser hecho con la ayuda de otro. Gálatas 6:14 dice que es Cristo el que realiza las dos "crucifixiones" nos crucifica a nosotros para el mundo y crucifica al mundo para nosotros. Lo primero sucede cuando al llamarnos Cristo a su servicio dejamos de servir al mundo. En este sentido dejamos de existir para el universo del mal. El mundo es crucificado para nosotros cuando bajo el poder de Cristo el mundo deja de atraernos, deja de llamarnos la atención, cuando ya no nos parece tentadora su voz. Esto sucede porque Cristo es tan maravilloso que todo lo demás simplemente no es atractivo. Ambas cosas las logra Cristo por su poder.