La culpa tarde o temprano nos alcanza
Agustín Andrade
Cuando una persona ha sido dañada en su integridad física o moral y, consciente de sus actos y sin tener el peso de lo que dice Levíticos 20 en su consciencia, sencillamente no se siente culpable de hacer señalamientos incriminatorios hacia un individuo que está siendo juzgado por la ofensa que ha realizado en contra de su persona, y nos preguntamos ¿por qué puede estar tranquilo y confiado? puede ser porque que tiene las pruebas a su favor para hacer dicho señalamiento, y legalmente al estar protegido por la ley no habría en ese caso problema alguno; ya que estaría actuando conforme a derecho y, la sentencia sería justa. Pero, cuando la persona que juzga es el verdadero victimario y ocultando sigilosamente su identidad de culpa, de pecado, busca desviar la atención hacia otra víctima inocente o débil.
Ahora, de forma hábil también buscará ganarse la simpatía de los demás para que lo apoyen en sus mentiras y engaños pero siempre de manera astuta para no ser descubierto. Esto se complica aun más cuando no tiene los elementos que prueban la culpabilidad del individuo que está siendo procesado en tiempo y forma, pero insistentemente éste sigue delatando e inculpando dolosamente a la supuesta víctima, y sin tener razón y juicio consciente, está procurando que se aplique el castigo de la pena máxima, sin importar aun, las consecuencias que pueda ocasionar de tragedia, crisis o dolor a terceros y a la misma sociedad.
Esto si se convierte en un verdadero problema legal doloso y de perjurio contra la víctima inocente y a la misma sociedad. Levíticos 26:14-39, declara explícitamente que una actitud así acarrea una gran maldición en uno y en nuestra generación.
Tarde o temprano el victimario es descubierto en su intención malévola, perdiendo sus derechos y la simpatía que le favorecía y es encontrado culpable.
Ocultar nuestra verdadera identidad de pecado, y sobre todo; no reconocer nuestra culpabilidad, nos convierte ante el mundo y el universo, en seres irresponsables, mentirosos, engañadores, traicioneros e hipócritas y faltos de amor, en otras palabras nuestra vida estaría ligada al padre de la mentira, como dice San Juan 8:44 “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.
Creemos que la justicia debe prevalecer en el mundo y el universo, pero la lección en esta semana nos ha mostrado una dimensión significativa del alcance del amor de Dios, y Pablo declara en 1 Corintios 13:13 que el amor es la más grande virtud que el cielo nos ha otorgado para entenderlo a él y entendernos unos a otros, pero aun con todo esto, quizás han surgido preguntas y deseamos respuestas, por ejemplo ¿por qué tuvo que pasar tanto tiempo para que el gran acusador de los hijos de Dios, fuera desenmascarado ante el universo?¿por qué los ángeles aun simpatizaban con Lucifer antes de la muerte de Jesús en la cruz del Calvario?. ¡Que desafío entender a Dios!, nunca será suficiente nuestra capacidad humana para conocer lo profundo de Dios, su insondable pensamiento y el motivo de sus decisiones, esto seguirá siendo el motivo de nuestro estudio en la tierra nueva. Para los ángeles y los seres de otros mundos ha quedado aclarado y reconocen en Dios su verdadera justicia y santidad y no cesan de dar honra y gloria.
Elena de White escribió que “el propósito del gran rebelde consistió siempre en justificarse, y en hacer aparecer al gobierno de Dios como responsable de la rebelión. A ese fin dedicó todo el poder de su gigantesca inteligencia. Obró deliberada y sistemáticamente, y con éxito maravilloso, para inducir a inmensas multitudes a que aceptaran su versión del gran conflicto que ha estado desarrollándose por tanto tiempo. Pero llegó el momento en que la rebelión debe ser sofocada finalmente, y puestos en evidencia la historia y el carácter de Satanás”. (CS 728)