EL AMOR Y LAS REGLAS

17 marzo, 2012

"Justicia y derecho son el cimiento de tu trono, misericordia y verdad van delante de tu rostro" (Salmo 89:14)

     Cuando yo era un niño, mi padre era encargado de una asociación ganadera. Esta asociación tenía una cisterna grande donde almacenaba agua para sus vacas. La cisterna era una gran tentación para nosotros porque deseábamos introducirnos en ella para nadar—sobre todo en el verano cuando hacía mucho calor. Existía una regla, sin embargo, que prohibía usar la cisterna para cualquier otro propósito que no fuera el de almacenaje. En cierta ocasión, mis amigos y yo decidimos desafiar esa regla y nos arrojamos al agua para nadar. Todo fue felicidad hasta que llegó mi padre a aquel lugar. En un instante, todos salieron corriendo y desaparecieron del lugar, pero yo me quedé. Yo razonaba conmigo mismo: mi papá me ama y yo también, asi que no me puede pasar nada. Tristemente, a pesar de su amor por mi, mi padre me castigó severamente. Esto me llevó a hacerme la siguiente pregunta: ¿deberían existir reglas en una relación de amor? Y si existen, ¿cuál es el papel que desempeñan entre dos personas que se aman?  Si Dios me ama y yo lo amo, ¿cuál  es el papel de sus reglas  en medio de nuestra relación? Bueno, Jesús dijo: "si me amáis, guardad mis mandamientos"(Juan 14:15)

     En el texto bíblico existen varias palabras que están relacionadas con el tema de las reglas. Por ejemplo los términos precepto, mandamiento, pacto, y estatuto (Levítico 26:3,14). También encontramos ley, testimonio, palabra, dicho, juicio, camino, justicia, y verdad (Salmo 119). Asimismo, se encuentran las expresiones libro de la ley de Moisés, libro de la ley de Dios (Nehemías 8:1,8), voz de Jehová (Daniel 9:9), voluntad de Dios (Mateo 7:21), el rollo del libro (Hebreos 10:7), etc. La cuestión es, sin embargo, ¿por qué existen esas reglas en una relación de amor? Recordemos que Dios también dice: "…pondré mis leyes en sus corazones y en sus mentes las escribiré" (Hebreos 10:16), y "el que dice: yo le conozco, pero no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en él" (1 Juan 2:4). En otras palabras, es un hecho indiscutible que en la relación Dios-hombre, las reglas son intrínsicas. Ahora bien, el punto es ese ¿por qué razón existen o están esas reglas dentro de la relación Dios-hombre? ¿Acaso no podemos llevar una relación de amor con Dios prescindiendo de sus reglas? ¿Cuál es el propósito de las reglas de Dios?

     En primer lugar, debemos tener presente una característica fundamental de las reglas de Dios y de los principios que emanan de ellas. Si bien es cierto "… que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Romanos 7:12), como Dios mismo, hay un distintivo muy especial de la ley del Señor que nos ayuda a comprender por qué existen las leyes de Dios en una relación de amor. Este distintivo es, a saber, la eternidad. Dios siempre ha tenido reglas: "Hace ya mucho que he entendido  tus testimonios, que para siempre los has establecido. La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu justicia" (Salmo 119:152, 160). Lo que quebrantó Lucifer en el cielo, en la eternidad, fue las reglas de Dios; y lo que desobedeció Adán y Eva en el Edén, fue las reglas de Dios. Esto significa, que Dios siempre ha tenido reglas en relación con sus criaturas. Por lo tanto, no puede haber una relación de amor con Dios sin reglas.

     Entonces, ¿cuál es la razón de ser de las reglas de Dios en relación con sus hijos? Las leyes de Dios tienen varios objetivos según la revelación bíblica: que los hijos de Dios no se olviden de él (Salmo 78:7), disfruten de paz y libertad (Salmo 119:45, 165), obtengan sabiduría e inteligencia (Salmo 119:98,104), que sean guiados, iluminados y protegidos (Proverbios 6:23, Salmo 119:105, 130), que comprendan la grandeza de la misericordia de Dios (Romanos 5:20), que sean conducidos a Dios (Gálatas 3:24), etc. En efecto, las reglas de Dios son la columna vertebral en la relación Dios-hombre. Son las únicas que le dan estabilidad a esa relación de amor existente entre el Creador y sus criaturas. No puede existir esa relación sin ellas. Quitar las reglas de la relación Dios-hombre, es como querer quitarle la fuerza  electrostática a un imán; para donde se vaya la fuerza, se va el imán  y viceversa.

     En fin, cuando Jesús dice que guardemos sus mandamientos, más que invitarnos a una vida difícil, nos está invitando a vivir como en el cielo o como en el Edén, a una vida de amor con él y con nuestros semejantes. Hacer lo contrario, es decir, a vivir un cristianismo sin apego a las reglas divinas, es no aspirar a la eternidad, donde el fundamento es la ley y el amor (Salmo 89:14).

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