Una gran comunidad de ESPECTADORES en la Iglesia ¿Quién los está produciendo?

Agustín Andrade

sábado 26 de mayo, 2012

            La lección de esta semana nos ha presentado una serie de propuestas dentro del contexto bíblico para saber como integrarnos en la tarea de servir mejor a los demás, si las analizamos creo que podríamos tomarlas como las mejores competencias que la iglesia pudiera tener para vivir más saludablemente su identidad cristiana, pero pareciera que este es el gran desafío que se ha tenido por años.

Durante 25 años he servido a la iglesia como pastor, capellán y docente, es más, soy miembro de ella desde que nací y puedo testificar conscientemente que ésta es la iglesia verdadera, pero también es cierto que debemos reconocer humildemente, que la iglesia tiene ciertas debilidades de tiempo, que tiene que atender urgentemente con la sabiduría del Espíritu Santo, específicamente en su cuerpo de ministros, y ahí nos contamos todos, no sólo pastores, porque todos somos ministros del evangelio.  Estas debilidades deben y pueden ser superados, por que tienen que ver directamente con nuestra actitud, con nuestro carácter, pero muchas veces nos resistimos al cambio o a ser sustituidos, y esto ha creado ciertas fracturas en el sistema.  Por ejemplo, ustedes como yo, hemos visto por años, que del 80-90%, aproximadamente, de los miembros de las iglesias, han venido mostrando, aparentemente, una actitud de ser espectadores, son pasivos, poco compromiso, incluso algunos pareciera como que están enterrando voluntaria o involuntariamente su don, sus talentos, y otros que esperan una oportunidad y no son tomados en cuenta. 

¿Quién está produciendo ese gran número de espectadores en la iglesia?, antes de comentar la pregunta, paso al siguiente punto, de lo que parecería una gran fortaleza en la iglesia.

Pareciera que el 10-20% de los miembros tienen una identidad cristiana más firme, cuando los vemos colaborando, dinámicos, y muchos de ellos con una posición de liderazgo denominacional estable, y pareciera un porcentaje cómodo.

Puedo pensar que este porcentaje del 10-20% no es nada halagador, y la reflexión la hago primeramente de manera personal, preguntándome ¿qué hice o deje de hacer para que se compartiera esta carga, y el gozo y la unidad fuera mayor en la iglesia? ¿está viviendo la iglesia una crisis de liderazgo o le ha faltado una visión de compromiso para con sus miembros? ¿Cómo he entendido el papel del laico en el ministerio?.

Edwards (1999), declara que ninguna época, desde el primer siglo, ha ofrecido a los cristianos oportunidades más propicias para difundir su fe por todo el mundo, que el tiempo presente.  Agrega una cita de Elena de White que declara que "ni siquiera uno de cada cien de nosotros está haciendo nada, fuera de dedicarse a empresas mundanas comunes.  Desconocemos casi totalmente el valor de las almas por quienes Cristo murió", impresionante esta declaración.  Agrega, además, que las iglesias del NT eran confraternidades ministradoras, y en las comunidades eran agencias ministradoras.  Ninguna diferencia de rango o condición dividía al pueblo de Dios.  Los dirigentes de iglesia eran responsables principalmente de preparar a la congregación para el servicio productivo y para dar testimonio ante la gente con quien se relacionaban.

Cristo encargó su ministerio a toda la iglesia y White (1966), declara sabiamente en este párrafo la tarea de la iglesia, "el mandato que dio el Salvador a los discípulos incluía a todos los creyentes en Cristo hasta el fin del tiempo.  Es un error fatal suponer que la obra de salvar almas sólo depende del ministro ordenado", agregando además que "cada verdadero discípulo nace en el reino de Dios como misionero".

Finalmente, atender la Gran Comisión de Mateo 28:19-20 no puede ser llevada a cabo por miembros de una élite ministerial, como dice Edwards, los cuales son prisioneros administrativos del sistema de una compleja parroquia moderna.  Por lo que la obra del laico y la obra del ministro debieran considerarse como equivalentes.  Confiemos en la dirección del Espíritu Santo, porque así como nos a ayudado a nosotros, él estará complacido en ayudar a los demás.

Resulta más fácil criticar que participar.  El cristiano espectador, por lo tanto, no es un cristiano completo, aunque asista a la iglesia.  El cristiano está comprometido.  No puede evitarlo.  Participa en la misión redentora de Dios mediante la iglesia, y no es un observador crítico.  Participa en el mundo, en sus asuntos, su cultura, su hambre, sus afanes y sus lágrimas, porque ama a la gente (Edwards, 1999).  No puede ser un espectador, porque Jesús dijo:  "No ruego que los quites del mundo… como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo" (Juan 17:15-18).

 

Edwards, R. (1999). Cada creyente un ministro. USA: Pacific Press.

White, E. (1966).  El Deseado de Todas las Gentes. USA: Pacific Press.