Ética y evaluación

09 junio, 2012

"Así que, todas las cosas que quisierais  que los hombres  hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas"(Mateo 7:12)

     Indistintamente del instrumento que se utilice para evaluar, finalmente hay un resultado. En algunas ocasiones, si favorece al evaluador, parece que el resultado causa una actitud positiva; pero al no ser muy atractivo, el evaluador puede adoptar una actitud negativa. No obstante, existe la tendencia en ambos casos que, el resultado obtenido, el evaluador lo difunda, lo comunique a personas afines a él o lo refiera a personas que le interese dicho resultado. Ante esta situación, se hace necesaria la siguiente pregunta: ¿Hasta dónde es correcto que se informe a otros la condición de una persona? ¿Es correcto que se de a conocer a otros, situaciones muy privadas de alguien que fue evaluado?

     En cierta ocasión, recibí la visita de uno de los administradores de mi trabajo. Este, al interrogarme en varias áreas de  mi vida y del trabajo (en cierto sentido fue una evaluación), pasó a retirarse. Sin embargo, no mucho tiempo después, mi vida personal y profesional era conocida a una distancia de 3000 kms.  de donde me encontraba; sólo que la información que sabían de mi, estaba distorsionada y con un enfoque negativo. Esta fue una situación muy penosa que repercutió negativamente en todas direcciones.

     Por otro lado, uno de los entes que con frecuencia  se somete a una evaluación, es la iglesia. De hecho, año con año se direccionan los planes de trabajo, todos  con el enfoque de querer ser mejores a los del año anterior.  Y dentro de toda esa dinámica de querer ser mejores, suceden cosas que muchas de las veces en lugar de ayudar a mejorar, estancan o empeoran la situación. ¿Por qué? Porque suceden cosas que afectan la dignidad humana de los miembros o simplemente desmotivan a la feligresía. Por ejemplo, ¿Qué puede pensarse de un miembro que ya no está sirviendo en la iglesia como dirigente sólo por el hecho de un mal entendido con sus administradores, o por un chisme que, sin fundamento, se tomaron decisiones en torno a él, y ahora sólo lleva una vida pasiva en la iglesia? ¿Qué puede pensarse de aquél miembro que, al ser evaluado se confirma el hecho de que erró, y que en lugar de establecer un plan de recuperación para él, se determinó destituirlo de la iglesia?. Esto lleva a pensar lo siguiente: ¿vale la pena evaluar? Y si vale la pena, ¿Cómo debería llevarse a cabo la evaluación en la iglesia?

     En materia de evaluación, la biblia es muy interesante. Presenta casos fuera de serie, estos son algunos ejemplos: el hijo pródigo que, al presentarse ante su padre, es evaluado, pero su padre lo vindica y le restaura(Lucas 15: 11-24); Manasés, rey de Judá, que después de pecar más de 50 años y ser evaluado, Dios le perdona y lo restaura al trono(" Crónicas 33:1-13); la mujer adúltera que, al ser encontrada en su pecado, fue evaluada y sentenciada por su acto por los demás, pero Jesús la perdona y le restaura(Juan 8:1-11). De todos estos casos y de otros más, puede desprenderse algunos principios éticos para evaluar desde el punto de vista bíblico. He aquí, algunos de estos principios:

1.       El principio de la simpatía que consiste en que todo lo que queramos que los hombres hagan con nosotros, hacedlo primeramente con ellos(Mateo  7:12)

2.       El principio de la confidencialidad que consiste en mantener en secreto aquello que las personas nos confían(Malaquías 2:7)

3.       El principio de la restauración, que consiste en perdonar y motivar a la persona a ya no cometer el mismo mal(Juan 8:1-11)

4.       El principio del diálogo que consiste en platicar privadamente con las personas con el fin de enmendarles en su conducta(Mateo 18:15-17)

5.       El principio de la oportunidad que consiste en presentarle opciones para que la persona, después de ser evaluada, adopte otra conducta (Josué 7:10-26)

     Evaluar en la iglesia si es una práctica necesaria, pero evaluar con ojo de águila o tíguire creo que allí está el problema. Hoy en día ,se hace una necesidad de evaluar pero con el ojo de Jesús: con el ojo de la misericordia, con el ojo de la simpatía, con el ojo del perdón, con el ojo de la entrevista, con el ojo del perdón, con el ojo de la confidencialidad, etc.. La información obtenida después de esta  evaluación, si es necesario, mejor es evitar usarla, ya que muchas de las veces el uso de la misma no beneficia, si no afecta al evaluado. Además, no debe olvidarse lo siguiente: "No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados; y la medida con que medís, seréis medidos"(Mateo 7:1,2)

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