El contexto religioso de Tesalónica en el siglo I
Javier Pastrana
Por: David Macario
Los habitantes de la ciudad de Tesalónica en la época de Pablo adoraban muchas deidades, lo cual representaba un verdadero desafío para la proclamación evangélica. Ésta,como era de esperarse, les instaba a abandonar sus cultos ancestrales, tradicionales, atractivos e incrustados en la misma esencia de su idiosincrasia. Al hablar de la conversión de los creyentes tesalonicenses, el apóstol afirmó que ellos se habían convertido "de los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero" (1Ts 1:8-9 NBH)Quizás muchos no se detienen a reflexionar en cuáles eran esos "ídolos" a los que Pablo hace referencia aquí. El lector moderno, al ignorar la confluencia de tantos cultos idolátricos y politeístas de aquel entonces, suele no percibir el desafío y las implicaciones que constituía este trasfondo religioso para la fe cristiana. No solamente representaba un riesgo para los predicadores, sino una decisión difícil de tomar para los interesados así como perseverar en la misma.
Para poder entender entonces cómo la predicación apostólica tenía impactar a la comunidad tesalonicense y cuánto implicaba convertirse al "Dios verdadero", es necesario analizar brevemente aquel contexto religioso. Para ello será de suma importancia la evidencia arqueológica. Aun cuando los expertos no han podido excavar esta ciudad sistemáticamente, las inscripciones, la evidencia numismática, las excavaciones programadas y hasta los hallazgos casuales, arrojan información valiosa al respecto.
La evidencia testifica la presencia de una gran cantidad de deidades en Tesalónica. Entre ellas se pueden mencionar a: Zeus, Apolos, Atenea, Artemisa, Isis y Osiris, Demeter, Poseidón, Pan, Hércales y Hades. Cada uno de estos tenía su propio culto, sacerdotes, ritos, poderes, adherentes, oraciones y actos de devoción personal. Esto implicaba que los nuevos creyentes debían renunciar a su politeísmo y adoptar un novedoso monoteísmo.
Por otro lado, conforme a ciertas inscripciones y como dice Green, "la relación con los dioses se entendía como una especie de negocio: ´Hazme esto y te daré aquello´".[1] Los nuevos conversos debían cambiar esa mentalidad ya que Dios no hace lo que el creyente desea sólo porque éste ya le ha ofrecido algo a cambio. Pero no sólo esto, el paganismo tesalonicense planteaba que de los dioses eran capaces no sólo de hacer el bien, sino de hacer el mal.[2] El nuevo creyente debía abandonar esa idea y reconocer que de Dios solo podrá esperar buenas dádivas (Stg 1:17). Por otra parte, la ética y la moral no estaban incluidas dentro de la vida religiosa. Esos eran asuntos que según el ideario pagano, pertenecían a la filosofía. Por lo tanto, las borracheras (como en el culto a Dionisio) y los placeres sexuales (como en el culto a Afrodita) estaban libremente permitidos sin remordimiento alguno. Los nuevos creyentes debían cambiar esa perspectiva y por ello Pablo les exhorta a acatar la advertencia relacionada con la santificación y la pureza sexual (1 Ts 4:3-8).
Pero entre todas estas implicaciones difíciles de sobrellevar para los creyentes sobresale una: dar la impresión de estar en contra de la política gubernamental. En Tesalónica, la religión estaba íntimamente ligada a la economía, el civismo y la política. Al ser una ciudad libre, no sólo se había ahorrado "la vergüenza de que hubiera tenido tropas romanas acuarteladas en ella," [3] sino que gozaba del derecho de acuñar sus propias monedas. Así, la evidencia numismática conecta el culto y la política al mostrar en piezas oficiales imágenes de dioses como los Dioscuri, Héracles, Nike, Dionisio, Apolo y el Cabirus.[4] Lo delicado del asunto lo expresa atinadamente Papazoglou: "Este era un culto oficial requerido por las autoridades como una garantía de lealtad".[5]Lo que sucedía es que los tesalonicenses estaban en deuda con los llamados "benefactores de la ciudad" (los que construían edificios, ayudaban en casos de desastres, adversidad y/o deudas) y al ser el emperador el principal de ellos, todo aquello que fuera se levantara en contra del culto a éste, debía ser neutralizado de inmediato.
En conclusión, ahora puede apreciarse mejor cuanto implicaba para los creyentes tesalonicenses convertirse de sus ídolos a la fe cristiana. ¿Están los cristianos de hoy dispuestos a abandonar todo aquello que se oponga a su fe cueste lo que cueste?
[1]Eugene Green, 1 y 2 Tesalonicenses (Grand Rapids, MI: Editorial Portavoz, 2000) pp. 47.
[2]A. S. F. Gow y D. L. Page, eds., The Greek Anthology. The Garland of Philip and some Contemporary Epigrams, 2 tomos (Cambridge: Cambridge University Press, 1968) pp. 1.50
[4]Green, 1 y 2 Tesalonicenses, pp. 50.
[5]FanoulaPapazoglou, Macedonia Under the Romans (EkdotikeAthenon S.A. 1983) pp. 206, 207.