Victoria sobre las fuerzas del mal

03 noviembre, 2012

¿Cómo puedo obtener la victoria sobre las fuerzas del mal?

Antes de dar respuesta a la pregunta es necesario recordar que el gran conflicto entre Cristo y Satanás ha tenido diversos escenarios. Según los describe la Biblia, el primero de ellos fue en el cielo mismo, donde el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás. . . fue arrojado a la tierra por Miguel (Ap. 12: 7-9). El segundo escenario fue el planeta tierra donde la serpiente lastimó al Hijo de Dios, pero éste le aplastó la cabeza (Gn. 3:15). Con la muerte de Jesús en la cruz, se obtuvo el rescate de una humanidad legalmente condenada por el pecado. A eso se le conoce como justificación. En esos escenarios de ambas batallas del gran conflicto entre Cristo y Satanás, Jesús fue el gran Vencedor.

Hay un tercer escenario donde se libra otra gran batalla en la actualidad entre Cristo y Satanás, este es el corazón de los seres humanos, especialmente en el de quienes han confesado a Cristo como su Señor y Salvador.  Ellos se encuentran en un campo de batalla llamado santificación. La santificación significa que ante los fieros ataques de Satanás contra los hijos de Dios, ellos obtienen la victoria por medio del poder de Jesús en sus vidas. Estas victorias no son nada fáciles, puesto que las Escrituras presentan a un enemigo que ha descendido con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo (Ap. 12:12) y anda como un león rugiente, buscando a quien devorar (1 P. 5:8).

Varios escritores de la Biblia describen algunos secretos para obtener la victoria sobre las fuerzas del mal. Entre ellos se encuentran Pablo, Pedro y Santiago. A continuación se analizará un secreto de cada escritor bíblico mencionado. En primer lugar, Pablo señala que es necesario "Fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza" (Ef. 6:10). Puesto que esta lucha espiritual no es contra carne y sangre, sino contra principados, potestades, gobernadores de las tinieblas y huestes espirituales de maldad en las regiones celestes (Ef. 6:12), solo en el nombre y en el poder de Cristo se podrá obtener la victoria contra los ataques de Satanás. Parece simple, pero la victoria empieza con una relación sistemática y significativa con el Salvador. Si esta relación con Jesús no se da en la vida del creyente, entonces no tendrá la fuerza ni el poder para ganar ante los ataques furiosos de Satanás. El mismo Jesús anticipó esta realidad al decir: "Separados de mí, nada podéis hacer" (Jn. 15:5).

Para obtener la victoria ante las fuerzas del mal, en segundo lugar, Pedro anima a los creyentes a "sed sobrios y velad" (1 P. 5:8). Esto significa que ante los constantes y despiadados ataques de Satanás,  todo hijo o hija de Dios no puede descuidarse, pues en el momento menos esperado el verdadero león llamado diablo puede dar un zarpazo con la intención de destruir. Pedro sabía por experiencia propia lo vital que es seguir esta orden espiritual. Sin duda alguna, el jamás olvidó el mismo mandato dado a él por Jesús cuando le dijo: "Velad y orad para que no entréis en tentación" (Mt. 26:41). Tristemente, aquella noche, Pedro se durmió y después negó cobardemente a su Señor. Pedro aprendió por experiencia propia que para vencer al enemigo es necesario ser sobrio y velar para no caer ante los ataques furiosos de Satanás.

El apóstol Santiago ofrece el tercer secreto para vencer las fuerzas del mal. El escribió: "Someteos, pues a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros" (Stg. 4:7,8). En otras palabras, es como si el apóstol  esta señalando que la única manera en que el diablo huirá del lado del creyente es cuando se le resiste, no con la fuerza humana o con argumentos humanos, sino refugiados en Dios y sometidos a él. Solo así se pueden obtener las victorias ante Satanás.

Es muy animador pensar que con la muerte de Jesús en la cruz el liberó a todo aquel que en él cree del poder del pecado. A eso se le conoce en la Biblia como la justificación y la santificación. Con su muerte en la cruz eliminó el poder de la condenación del pecado sobre la humanidad. A eso se le llama justificación.  Y con la autoridad que él concedió a sus discípulos, les dio garantía de victoria sobre el poder del pecado en sus vidas. A eso se le conoce como santificación.

Si con la primera venida de Jesús a este mundo, especialmente con su muerte en la cruz, se logró la liberación del poder del pecado. Con su segunda venida, en gloria y majestad, se obtendrá la liberación de la presencia del pecado. Ese día, las terribles consecuencias del pecado como son el sufrimiento, dolor y muerte, serán erradicados del universo. Esto constituye la esencia misma del evangelio. Cristo murió para salvarme de la condenación del pecado. Cristo resucitó y vive para salvarme del poder esclavizador del pecado. Cristo viene, muy pronto, para salvarme de la presencia del pecado y llevarme a gozar la eternidad a su lado. Dios me ayude a compartir con otros estas preciosas verdades del evangelio eterno.

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