¿Lloraremos después de vivir mil años en el cielo?
Daniel Hernández
Recuerdo la primera vez que analicé Apocalipsis 21:4 con la intención de predicar acerca de la felicidad que gozarán los redimidos en el cielo. Después de concluir que este texto se cumplirá después del milenio, quedé absolutamente perplejo. ¿Cómo podrían los redimidos tener motivos para llorar después de vivir mil años en el cielo? No podía conciliar este texto con la eternidad feliz prometida a los justos.
Como resultado de mi estudio, llegaron a brillar claramente en mi entendimiento varias verdades asociadas a este tema. Entendí que Cristo vendrá a esta tierra tres veces. Entendí que hay seres humanos que morirán 3 veces, otros, 2 veces, otros, 1 vez y otros ¡nunca morirán!
Entendí que Dios ha dividido el juicio en 3 etapas con una clara intención en mente. Descubrí que el principal acusado en el juicio final no es el hombre, sino Dios. ¿Cómo? Dirá usted. Pues de acuerdo con el rey David, Dios será juzgado o está siendo juzgado: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio”.(Salmo 51:4 VRV) David está dirigiéndose a Dios, reconociendo su pecado y dándole la razón a Dios, para que sea considerado puro en su juicio. Es decir, para que Dios sea vindicado cuando sea juzgado. El doctor Lucas señala algo interesante: “ytodo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan”. (Lucas 7:29) Es evidente que sólo se puede justificar a alguien que es juzgado. En realidad el hecho de que Dios sea juzgado no es sorpresa. Desde que Satán se rebeló en el cielo, ha estado acusando a Dios de ser egoísta, severo, mentiroso, e injusto en su trato con sus criaturas. Por lo cual Dios se propone limpiar su propio nombre mediante un juicio perfectamente transparente, a los ojos del universo entero. Esa es la razón por la que ha dividido el juicio en 3 etapas.
La primera etapa, que llamamos “juicio investigador”, la cual ocurre en el tiempo previo a la segunda venida, tiene el objetivo de eliminar de la mente de los ángeles no caídos y los seres perfectos de otros mundos, cualquier duda acerca de la justicia y el amor perfecto de Dios en su trato con los pecadores. Es por eso que esta fase se lleva a cabo antes de que los redimidos vayan al cielo; los ángeles que habitan allí, tienen derecho de comprobar que quienes llegarán a vivir entre ellos, realmente han sido transformados a la imagen de Jesús y están libres del pecado, para que nunca más se vea comprometida la armonía celestial.
En la segunda etapa, que inicia con la segunda venida y se desarrolla a lo largo de 1000 años, Dios quitará cualquier sombra de duda sobre su carácter, de la mente de los redimidos. Ellos “reinarán con él mil años” (Apoc. 20:6), ¿Cuales son las dudas que los redimidos podían tener? Seguramente encontrarán personas en el cielo que no esperaban ver ahí. También podrían enterarse de que algunas personas que esperaban ver en el cielo, simplemente no estarán allí. En cualquier caso, se preguntarán cómo fue eso posible. De modo que tendrán mil largos años para ir a los libros del cielo y encontrar allí las respuestas que satisfagan cada duda que haya en su mente.
Finalmente, en la tercera y última etapa, Dios se asegurará de que los impíos humanos, los ángeles rebeldes y el mismo Satanás, reconozcan que el trato que Dios ha tenido con cada una de sus criaturas, es completamente justo y misericordioso a la vez. Cuando cada impío, cada demonio y Satanás mismo reconozcan que Dios es justo en todo lo que hace, entonces, pedirán su propia destrucción, completamente convencidos de que es lo más justo que Dios puede hacer con ellos. ¿Cuándo ocurrirá esto? Al fin de los mil años, Jesús y los redimidos descenderán del cielo a la tierra. ”sobre el monte de los olivos”.(Zac.14:4) El redentor entrará a la Santa ciudad seguido de la hueste de redimidos. Inmediatamente ordenará que se cierren las puertas. Acto seguido, a la vista de los justos que estarán en pie sobre la muralla de la ciudad, realizará el milagro de llamar a la vida a los impíos que habrán estado muertos durante mil años. ¡Esa será la única ocasión, en la historia del gran conflicto cuando todos los seres humanos que han habitado este planeta, estarán vivos al mismo tiempo! ¿Cuántos son? ¡Imposible contarlos! ¡Son todos! Desde Adán, hasta el último que haya nacido antes de la segunda venida de Cristo. Inmediatamente Satán se acerca para convencerlos de que la ciudad les pertenece, que ha sido arrebatada por los pocos que se hallan dentro de ella, pero que siendo los impíos mayoría, no será difícil recuperarla. Rápidamente se organizan y avanzan sobre la ciudad. “Y subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada…” (Apoc. 20:9) Pero al aproximarse a ella, sus ojos son atrapados por un espectáculo muy especial. Imagínate el momento. Tú de pie sobre el muro mientras la hueste impía se aproxima. Qué pasará por tu cabeza? ¿No lo sabes? Yo sí lo sé. Estaré buscando ansiosamente entre la multitud a mis seres amados que no llegaron al cielo. Y tú estarás haciendo lo mismo, buscando a tu padre o madre, tu cónyuge, un hijo o hija. ¿Qué terrible sensación será encontrarse con la mirada de tu esposo o esposa, o de tus hijos! ¿Les dirás algo? ¡Qué terrible es tan sólo imaginarlo!
Por encima del trono de Jesús, los impíos verán una especie de pantalla, una “panorámica” dice Elena White, en la cual aparecerán escenas claves del gran conflicto y del plan de salvación. (CS 724) Es aquí cuando comprenderán que es inútil luchar. El mensaje de la pantalla será tan convincente, que de sus labios pecaminosos se oirán palabras de alabanza a Dios y de reconocimiento de su justicia perfecta. “En vista de todos los hechos del gran conflicto, todo el universo, tanto los justos como los rebeldes, declaran al unísono: "¡Justos y verdaderos son tus caminos, oh Rey de los siglos!" (CS 729)“…Y de Dios descendió fuego del cielo y los consumió” (Apoc. 20:9)
Cuando tus ojos vean cómo se consumen hasta el exterminio seres de tu familia, a quienes amaste con todo el corazón, ¿Cual será tu reacción? No es difícil predecirlo: vas a llorar. Vas a llorar mucho. Amargamente. Será un llanto inconsolable sin esperanza de verles otra vez, a diferencia de como lloramos hoy cuando un ser amado fallece. Todos los redimidos estarán llorando sobre el muro. ¡Qué triste espectáculo será ese amigo mío! Pero el Señor no permitirá que sus hijos se hundan en una tristeza irremediable. “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. (Apoc. 20:4) ¿Acaso usará Dios un pañuelo para secar nuestras lágrimas? “Ningún infierno que arda eternamente recordará a los redimidos las terribles consecuencias del pecado”. (CS 732) Sólo queda un recuerdo: nuestro redentor llevarà por siempre las señales de su cricifixión. No desea el Señor que vivamos una eternidad llorando por nuestros amados. Lo que yo quiero hacer, es trabajar para evitar que mi familia llegue partida al día final. Quiero que esté mi familia completa. Todos abrazados conmigo sobre el muro. Para que ese deseo se cumpla, hay ciertas cosas que debo hacer cada día. ¿Qué estás haciendo tú?