Su Presencia antes que Su Bendición

02 febrero, 2013

Que importante es tener una escala de valores bien clara en nuestra mente y en nuestro diario vivir al enfrentar las cosas cotidianas de la vida. Si las mismas no están en orden podemos dudar, podemos confundirnos y lo que es peor podemos tomar decisiones que habremos de lamentar todos los días de nuestra vida.

Imaginemos un momento. Piensa en aquello que más deseas: puede ser un trabajo soñado, algún premio importante, o entablar un noviazgo con aquella persona que tanto te gusta. ¿Ya pensaste en algo? Continuemos.

Después de un tiempo y a través de un milagro inesperado Dios te lo da y disfrutas de ello a plenitud. De pronto sucede algo inesperado, te encuentras en una situación en la que tienes que quebrantar un mandamiento para conservar aquello que tanto amas. Piensa que solo es uno de los mandamientos “Pequeños”, nada muy grave como matar o adorar ídolos. Solamente mentir o un pequeño robo, incluso solo quebrantar un poco el sábado. ¿Qué harías tú en esa situación?

Este mismo es el caso de Adán y su participación en la caída. Primeramente el relato bíblico nos presenta a Adántrabajando solo el viernes de la creación“Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él” (Gen 2:20 R60). Unas cuantas horas bastaron para que fuera evidente la necesidad de compañía que tenía Adán. Después de esto el texto bíblico presenta el relato, por muchos conocido, de la creación de la mujer a partir de una costilla del hombre.

“Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre” (Gen 2:22 R60). Cuando Dios se la presenta Adán se maravilla de lo que ve, se impresiona de ver al fin alguien de su misma naturaleza. Incluso empieza a elaborar un poema en base al nombre que tendrá su compañera. El cuadro concluye con Dios pronunciando unas palabras, oficiando la boda del Edén: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Gen 2:24 R60).

Todo transcurrió en perfecta armonía, la joven pareja estaban conscientes de la existencia de un enemigo y la importancia de cumplir la única regla divina, no comer el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Un día comenzaron las actividades del huerto, la joven pareja no se imaginaba que este sería su último día en su paraíso construido por Dios. Entrados en las tareas del día inconscientemente se separaron. Adán no vio a su esposa hasta que era muy tarde, llego a él ofreciéndole comer del fruto prohibido, el cual ella ya había degustado. Adán estaba consciente del engaño que había producido el enemigo y de que la única consecuencia seria la muerte.

“Eva le instó a comer, repitiendo el aserto de la serpiente de que no morirían. Alegó que las palabras de la serpiente debían ser ciertas puesto que no sentía ninguna evidencia del desagrado de Dios; sino que, al contrario, experimentaba una deliciosa y alborozante influencia, que conmovía todas sus facultades con una nueva vida, que le parecía semejante a la que inspiraba a los mensajeros celestiales.” Patriarcas y Profetas39.

Adán no fue engañado (1Tim 2:14), pero lo motivo a desobedecer el temor a perder la dadiva divina que más apreciaba. Decidió acompañar a su esposa hasta las últimas consecuencias. Quizás en este punto estés pensando que este pecado suena particularmente romántico. Casi se puede escuchar un “Awwww que lindo”. Pero el pecado nunca es romántico ni lindo, y se puede ver esta realidad reflejada a la hora de asumir la responsabilidad de sus actos. Cuando Dios le interroga por sus actos culpa a la mujer y a Dios, dejando en claro que fue Él quien se la dio (Gen 3:12).

La gran lección de la caída de Adán repercute hasta nuestros días. Aun las bendiciones de Dios cuando las ponemos antes que a Él, se convierten en maldiciones. Buscar a Dios antes que sus bendiciones no es fácil, casi siempre parece venir en paquete su presencia y su bendición. Una relación con Dios y el éxito diario en la vida. Sin embargo en ocasiones Satanás, esa misma serpiente antigua, usa estas bendiciones para tentarnos. Y al enfrentarnos ante el peligro de perderlas es cuando demostramos nuestra lealtad.

El amor que Adán profesó a Eva no tuvo sentido una vez que estuvo en pecado. Así también las bendiciones que Dios nos da, pierden sentido si no le ponemos a Él en primer lugar.

Quiero que pienses como está tu escala de valores y prioridades, quizá es tiempo de volver a empezar, antes de que tengas que volverlo a lamentar.

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