Mayordomía no es cuestión de dinero

02 marzo, 2013

¿Mayordomía es solo dinero? No. El dinero en mayordomía es mucho más que eso cuando se comprende bien. De hecho, toda persona que percibe un salario y no devuelve los diezmos y las ofrendas a Dios como la Biblia lo establece, no solo le está negando su tesoro a Dios sino también su tiempo, sus talentos y su cuerpo.

Reflexionemos en esto: cada vez que una persona gana dinero lo hace invirtiendo por lo menos tres cosas en el lugar de trabajo: Tiempo, Talentos y Templo (cuerpo). [1] Es decir, no se puede ganar dinero a menos que comprometamos nuestro ser en esos términos. ¿Quién gana dinero sin usar su cuerpo, su tiempo o sus talentos en el lugar de trabajo?   Por tanto, el dinero en mayordomía es más que solo dinero.

Siendo entonces que el dinero ganado representa una parte importante de nuestra vida, como lo he señalado, podemos reflexionar en esto: A Dios le interesa tanto nuestra vida que también le interesa nuestro dinero, especialmente porque éste tiene relación con nuestra vida espiritual. Es una forma de saber dónde está nuestro corazón, "porque donde esté vuestro tesoro—dijo Jesús—allí estará también vuestro corazón"(Mateo 6:21).

Pero, ¿por qué la vida espiritual? Porque cuando una persona hace dinero ¡de alguna manera ya está adorando! Si una persona no tiene en cuenta a Dios cuando hace dinero, dijo Jesús, está en idolatría sirviendo a Mammón (Mateo 6:24). Pablo también dice que la avaricia, o sea el amor al dinero, es idolatría (Efesios 5:5). Así que, debido a que a Dios le interesa nuestra vida espiritual y adoración, por consiguiente le interesa ver dónde está nuestro dinero, lo cual refleja donde está nuestro corazón.

            Ahora, ¿porqué algo tan "material" como lo es el dinero puede servir para darle a Dios algo tan espiritual como lo es la adoración? Vicente Montaño nos recuerda que, "lo que importa no es cuanto damos sino cuanto recibe Dios". [2]  Pero, ¿acaso no recibe Dios todo lo que le damos? No. Ahí tenemos el caso de Caín y de Ananías y Safira como ejemplo. La voluntad de Dios cuando damos debe ser suprema.

Montaño sigue diciendo: "¿Qué es lo que Dios recibe de nosotros, bienes u honra? En realidad, Él no puede recibir lo material, por tanto eso elimina los bienes. Solo puede recibir lo espiritual, lo cual es la honra que le rendimos". Y añade: "El sistema de valores que usamos para adquirir bienes y servicios en nuestra vida diaria se llama dinero. Pero no es nuestro dinero lo que Dios anhela... Sus ojos están en lo que Él puede recibir de nosotros cuando damos. Lo que le podemos dar es honra, utilizando al dinero como vehículo. La única razón por la que Dios acepte este medio material se debe a que es importante para nosotros y a que lo necesitamos para subsistir. Usamos el dinero para honrar al Señor debido al valor que le damos. Si no fuera valioso para nosotros, no tendría valor para Dios y no lo podríamos usar para honrarlo", [3]  ¿no es así?

            Por supuesto, en la iglesia podríamos dar la impresión de que mayordomía solo se interesa en el dinero, pero como hemos visto, este asunto del dinero va mucho más allá y debemos instruir a la iglesia. Debe decírsele que la mayordomía en todos sus aspectos es importante para la iglesia y esa es la razón por la cual tenemos departamentos que ponen cuidado al cuerpo, al tiempo y los talentos.

            En conclusión, mayordomía no es solo dinero; éste involucra el tiempo, el cuerpo y los talentos. Darle dinero a Dios, o devolverle la parte que le pertenece, desde esta perspectiva, es una forma de decirle a Él: "Te entrego mi vida". Y el dinero, cuando se usa para Dios, no es solo algo material. Significa darle a Dios algo que es valioso para nosotros si lo hacemos conforme a los principios bíblicos. Esto es, cuando le damos no conforme a nuestra voluntad sino de acuerdo a lo que Él manda.


[1] Para un estudio más detallado de esta idea véase, "El Plan de Dios Todo Incluido" de Dereck Prince, El Plan de Dios para su Dinero, (Charlotte, NC: Whitaker House, 2008), pp. 9-15.

[2] Vicente Montaño, No es Cuestión de Dinero, (Miami, FL: Betania, 2002), p. 3.

[3] Vicente Montaño, pp. 3-4.

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