LA ORACIÓN DESDE LA PERSPECTIVA DE LA GRAN CONTROVERSIA

06 julio, 2013

Una de las citas más impactantes que haya leído alguna vez, es la siguiente: “El estudiante debería aprender a considerar la Biblia como un todo y a ver la relación que existe entre sus partes.  Debería adquirir el conocimiento de su gran tema central, del propósito original de Dios hacia el mundo, del comienzo de la gran controversia y de la obra de la redención.  Debería comprender la naturaleza de los  principios que luchan por la supremacía, y aprender a rastrear su obra a través de las crónicas de la historia y la profecía, hasta la gran culminación.  Debería verificar cómo interviene este conflicto en todos los aspectos de la vida humana [la vida devocional, por ejemplo]; cómo en su mismo caso cada acto de su vida[si ora o no ora, por ejemplo] revela uno u otro de esos dos motivos antagónicos; y cómo consciente o inconscientemente, ahora mismo está decidiendo en qué lado de la contienda se va a encontrar” (Elena G. De White, La Educación, p. 190; énfasis mío).

            Un análisis breve de la batalla que hubo en el cielo nos muestra que en la vida de oración también se reflejan los principios involucrados en la gran controversia. Veámoslo.

La Biblia describe a  Satanás como un “querubín grande” (Eze. 28:14), que quería poner su trono “junto a las estrellas de Dios” (Isa. 14:13). Al querer establecer otro trono, Lucifer dio a entender que no estaba de acuerdo con el gobierno  divino, con sus leyes y que no necesitaba depender de Dios. Lucifer estaba cuestionando la sabiduría y suficiencia de Dios, ya que la ley es un reflejo de la sabiduría divina y también de lo que Dios es capaz de hacer con su poder.

            Ahora, en todos esos razonamientos se encuentra implícita la idea de que Lucifer se creía autosuficiente, que no necesitaba  a Dios, y que podía hacer las cosas a su manera.  Es su actitud se revelaba como uno que podía valerse por sí mismo. “Levantar otro trono” se transformó en un asunto que tocaba al gobierno de Dios y se podía enunciar en solo tres palabras: Dependencia versus Independencia. Fue así como los ángeles, todos buenos en un principio, comenzaron a tomar partido en todos esos planteamientos.  Algunos, la gran mayoría, no creyeron en las sutilezas del enemigo.  Si bien no entendían todo lo que implicaba el conflicto se mantuvieron leales a Dios creyendo en su sabiduría, en su bondad, en su gobierno; y reconociendo humildemente su dependencia de Dios, se sometieron a él como seres creados.

            Por otro lado, una “tercera parte de las estrellas del cielo” (Apoc. 12:4) se dejaron engañar por Lucifer: Rechazando el gobierno de Dios, sus leyes, y su carácter; con una actitud jactanciosa y orgullosa se declararon autosuficientes, se alejaron de Dios, se rebelaron contra él y decidieron hacer las cosas a su manera. A partir de aquí es como vemos el desarrollo de un conflicto de proporciones extraordinarias.  La relación que tiene esto con la oración es por demás significativa.

            Así, pues, un cristiano que ora adopta la misma posición y actitud de los ángeles leales frente al gran conflicto. Con su actitud obediente y humilde demuestra ante el universo que depende de Dios y acepta su gobierno; que acepta la sabiduría y el poder de Dios. De este modo, su corazón se hace uno con los ángeles no caídos. La oración, desde esta perspectiva, es un signo de lealtad a Dios.  No nos salva, pero indica que hemos aceptado la vida del cielo: una vida bajo el gobierno de Dios.

            Por otra parte, la persona que no ora adopta una actitud semejante a la posición y actitud de los ángeles desleales frente a la gran controversia. Con su actitud autosuficiente demuestra que participa del mismo espíritu que tomó posesión de los seres celestiales que cayeron. No desea  depender ni de la sabiduría ni del poder de Dios. Esta persona es autosuficiente y de algún modo cree que puede salir solo por su cuenta.

            En resumen, el hombre de  oración, hoy día, desempeña un papel semejante al que desempeñaron los ángeles leales cuando Lucifer se rebeló en el cielo: una actitud de dependencia; mientras que la falta de oración revela que el individuo participa del espíritu y actitud de los ángeles desleales: una actitud de independencia.

            ¿Cómo responderemos a este asunto? ¿Estamos conscientes de que ese conflicto  interviene en cada aspecto de nuestra vida humana? ¿Estamos conscientes de cómo en nuestra vida de oración se revela uno u otro de esos dos motivos antagónicos? ¿Habíamos pensado cómo, consciente o inconscientemente, ahora mismo estamos decidiendo en qué lado de la contienda nos vamos a encontrar? Si el reavivamiento ha de venir a nuestra vida jamás olvidemos que la oración es clave en ese reavivamiento. La libertad de decidirlo está a nuestro alcance.

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