Arrepentirse: Contrición o cambio?
Abner F. Hernandez
Las implicaciones espirituales y teológicas del arrepentimiento han llamado la atención de los pensadores bíblicos desde los días de la iglesia primitiva. Aún una lectura superficial del Nuevo Testamento evidencia la importancia del arrepentimiento en la vida cristiana (Mat 3:2; 4:17; Mar 6:12; Hechos 2:38; 26:20; Apoc 3:19). La pregunta a respondernos al estudiar esta semana es: Desde la perspectiva bíblica, ¿arrepentirse implica contricción o cambio de rumbo?
Las conceptualizaciones tempranas entre los pensadores teológicos de la iglesia tendieron a ver el arrepentimiento como un acto de contrición. El creyente debía hacer evidente por cierto medios externos el pesar interno por sus acciones pecaminosas. Prolongadas y visibles confesiones seguidas de actos públicos de humillación comenzaron a ser requeridos como evidencias de arrepentimiento. De esta manera, una teología de la penitencia se introdujo en la iglesia.
Tertuliano, un teólogo del segundo siglo, jugó un papel preponderante en el desarrollo de este concepto que liga al arrepentimiento con la idea de contrición y como consecuencia con una teología de la penitencia. Acorde con Tertuliano, por lo tanto, un acto verdadero de arrepentimiento no sólo incluye contrición interna por el pecado, sino acciones visibles como “vestirse de sacos, prolongados ayunos, gemidos, y llorar en alta voz” entre otras humillaciones semejantes.[1] Desafortunadamente, estas conceptualizaciones cristianas tempranas han ejercido un efecto devastador en la doctrina del arrepentimiento hasta el presente. El gran problema con la idea de contrición y penitencia como parte del arrepentimiento es que esta basada en una teología que exalta la capacidad y el poder humano para solucionar el problema del pecado.
A pesar de que el arrepentimiento conlleva cierta tristeza, a la que Pablo clasifica “acorde a la voluntad de Dios” (2 Cor. 7:10), las Escrituras parecen negarnos el derecho a atar el arrepentimiento con el concepto de tristeza, contrición y penitencia. Arrepentimiento, por el contrario, es el momento gozoso en que un pecador percibe por la influencia del Espíritu Santo (Juan 16:8; Rom 2:4; Hebreos 3: 7,8) que esta viajando en un rumbo equivocado y toma la decision de retornar sobre sus pasos. De hecho, el concepto de arrepentimiento en el Nuevo Testamento se encuentra contenido en la palabra Griega μετάνοια (metanoia) que literalemente significa “un cambio en la manera de pensar” lo que supone un inmediato impacto en la manera de actuar (Hechos 26:20).
Por consiguiente, una mejor descripción del arrepentimiento desde la perspectiva bíblica tiene que ver con cambio de rumbo. Es un radical regreso a Dios para ponerse bajo la soberanía de Cristo. Ese regreso representa el cambiar la ruta del pecado por la ruta que dirige a Dios (1 Tesalonisenses 1:9). El gran fruto del arrepentimiento es que abre un camino hacia una nueva relación con Dios por medio del perdón de los pecados (Hechos 2:48; 3:19; 5;31). De esta manera, la relación antes rota queda reavivada por la gracia y el amor divino. Además, por medio del arrepentimiento el pecador experimenta paz interior y el gozo intenso de la salvación (Salmos 32; 51).
En resumen, el arrepentimiento conceptualizado como contrición y penitencia es “tristeza del mundo que produce muerte” (2 Cor. 7:10), por lo tanto, destructora de la gracia, la paz, y la esperanza en Cristo. Pero el arrepentimiento desde la perspectiva bíblica es con toda seguridad una Buena Nueva!. La Buena Nueva de la aceptación y el perdón.
[1]Larie Guy, Introducing Early Christianity: A Topical Survey of Its Life, Beliefs, and Practices (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2004), 242.