Sacrificios, para que no se nos olvide
Benjamin Mojica
Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Gn. 2:16,17).[1]
La muerte, sin duda alguna es la mayor tragedia del ser humano; la muerte nos confronta y nos lleva a preguntarnos ¿Por qué?
Si has perdido a un ser amado como tu mamá; papá; hijo (a); hermano (a); amigo (a); o un ser muy cercano, ya has probado la hiel más amarga de la vida. Enfrentar el evento de la muerte, violenta todo nuestro ser, porque fuimos creados para vivir; y todos le tememos.
Pero ¿de dónde viene la muerte? ¿Qué tiene que ver ella con el tema de los sacrificios en relación al Santuario de la lección de este trimestre?
El relato bíblico de nuestros orígenes, dice:
Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban (Gn. 2:25).
La primera pareja estaba vestida de ropaje divino, “La inmaculada pareja no llevaba vestiduras artificiales. Estaban rodeados de una envoltura de luz y gloria, como la que rodea a los ángeles. Mientras vivieron obedeciendo a Dios, este atavío de luz continuó revistiéndolos”.[2]
Dice el relato:
Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella.
Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales (Gn.3:6,7).
Su obediencia absoluta al mandato divino les aseguraba la vida; representada por esa “envoltura de luz y gloria” sin embargo, la desobediencia a la “ley de la libertad” (Santiago 2.12), les llevaría a la muerte, representada por la “desnudez”, y al intento de usar hojas de higuera como vestimenta, “representa los argumentos usados para cubrir la desobediencia. Todos los argumentos reunidos en forma de remiendos por todos los que se han interesado en esta costura endeble quedarán en nada.[3]
Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió (Gn. 3:21).
Dios, es amor y misericordioso, Él asumió la responsabilidad de su creación, y puso en marcha el Plan de Salvación, Él moriría en el lugar del pecador. El “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Ap. 13:8). Cristo murió ese mismo día prefigurado en el cordero. "¡Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! (Jn. 1.29).
El sistema de sacrificios, era un recordativo permanente, de que “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Ro. 6:23).
Pedro nos recuerda nuestra situación perdida y el gran rescate realizado por nuestra vida así como el costo de la misma.
Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación (1Pe. 1:18,19).
Pedro también nos revela que ese plan, no surgió como una emergencia sino que fue preparado “desde antes de la fundación del mundo” (1:20). Todos los seres creados, aun los mismos ángeles, vieron su magnitud no en el momento del ropaje de pieles que cubrió a la pareja, sino por medio del proceso de la encarnación, vida, muerte, y resurrección de Cristo al Santuario celestial, “pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios (1Pe. 1:18-21).
El Cordero inmolado, nuestro sacrificio, es el único digno de recibir la gloria, honra y adoración de parte de todo el universo, porque no solamente nos redimió del pecado, sino que nos convierte en reyes y sacerdotes y nos devuelve el derecho de habitar la tierra nueva (Ap. 5.1-14).
La muerte fue la solución inmediata para el pecado, en la sentencia “si comes morirás”. Dios anunció su sacrificio. Cristo tomó nuestro lugar. Para los que aceptan su sacrificio y obedecen su santa ley de amor, la muerte es tan solo un sueño. Y en Cristo recibirán la vida eterna.
[1] En este estudio se emplea la versión Valera Revisada 1960, excepto cuando se indique otra diferente.
[2] Elena G. de White, Historia de los patriarcas y profetas (Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas, 1975), 26.
[3] Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista, trad. Víctor E. Ampuero Matta, 7 vols. (Boise, ID: Publicaciones Interamericanas, 1978-1990), 1:1098.