EL PODER DE LA ORACION INTERCESORA
Lemuel Olan Jimenez
¿Has orando por alguien y no estás seguro si esa oración va a surtir algún efecto? ¿Te resulta difícil creer que Dios obrará poderosamente en la vida de esa persona solo porque hasta ahora no has visto una respuesta clara a tu oración? ¿Cuál es la garantía de que Dios responderá a ese tipo de oración intercesora en el momento indicado?
Aun el profeta Isaías se vio en la necesidad de hacerse la pregunta: “¿Será quitado el botín al valiente? ¿Será rescatado el cautivo de un tirano?” (Isaías 49:23). Al parecer no había nada que indicara que así fuera y por lo mismo el profeta hizo las preguntas. Si ya no había nada qué hacer, ¿para que seguir orando? Pero esta fue la respuesta que recibió Isaías: “Ciertamente el cautivo será rescatado del valiente, y el botín será arrebatado al tirano; y tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos (Isaías 49:24). ¡Maravillosa promesa! Muy alentadora, por cierto. Pero más allá de la promesa, ¿hay algo más que pueda impulsar poderosamente nuestra fe a fin de interceder eficazmente por ese ser que queremos que se salve? Sí, hay algo realmente poderoso y te invito a considerarlo detenidamente.
Tocante a las almas, se nos dice que Satanás “no tenía derecho a pedir que se pagara un precio por ellos, porque no había obtenido su posesión por medio de un triunfo legítimo, sino mediante el engaño” (CBA7-A, pág. 466; la negrita es añadida). Pongamos mucha atención a esta cita. Pensemos en las implicaciones que tiene el saber que las almas fueron engañadas. No lo perdamos de vista, por favor. Si a derechos vamos, Satanás no puede retener a aquellos que tiene bajo su poder.
De modo que Dios—se nos sigue diciendo—“que era el Acreedor, [es decir, el que tiene mérito para obtener alguna cosa] tenía derecho de hacer cualquier provisión para la redención de los seres humanos” (CBA7-A, pág. 466; la negrita es añadida). ¿Estamos captando por qué podemos esperar que Dios intervendrá si oramos por los demás? ¿No es acaso porque Dios puede hacer cualquier provisión debido a su triunfo legítimo sobre Satanás? Pero, ¿de dónde procede ese derecho?
Profundicemos en esto: Debido precisamente a que la humanidad fue engañada, y que el triunfo de Satanás no fue legítimo, “la justicia requería que se pagara un determinado rescate”, por el hombre (CBA7-A, pág. 466); es decir, si el triunfo de Satanás hubiera sido legítimo, hubiera sido imposible para Dios mismo salvar al hombre. ¿Con qué justicia hubiera podido Dios rescatar al hombre de un triunfo legítimo de parte de Satanás? ¡Imposible! Pero como no fue así, la justicia de Cristo logró rescatar a la humanidad perdida y consiguió el derecho legal de hacer cualquier provisión para salvar al hombre por amor a la justicia. Así que, ¡Dios podría salvar a esa persona por la cual estás orando si ella no rechaza la gracia de Dios en su vida! Pero de que Dios va a actuar, va a actuar.
Se nos dice que Cristo “en la cruz del Calvario pagó el precio de la redención de la especie. Y así obtuvo el derecho de rescatar a los cautivos de las garras del gran engañador, quien mediante una mentira tejida contra el gobierno de Dios, produjo la caída del hombre” (CBA7-A, pág. 466; la negrita es añadida). Observemos que ese derecho de rescatar al hombre es algo que tuvo que obtenerse. No fue automático. Tenía que demostrarse que Dios era justo. Pero, ¿cómo?
Se dice que, “Satanás rehusó dejar salir a sus cautivos. Los mantuvo como súbditos suyos porque creían en su mentira” (CBA7-A, pág. 466). Pero, ¿qué mentira? La siguiente: Si el hombre pecó, decía Satanás, es porque Dios hizo al hombre imperfecto. Si el hombre pecó es porque la ley de Dios no se puede cumplir. Así que, según esto, vivir bajo el gobierno de Dios no era lo mejor para el hombre.
Sin embargo, Cristo vino a la tierra como hombre, y como hombre, vivió perfectamente la ley de Dios para desmentir las acusaciones del diablo. Cristo, con su vida perfecta, comprobó que Dios hizo a un hombre y una ley perfectos. Demostró, más allá de toda duda, que el gobierno de Dios se basa en la justicia, por lo tanto, su victoria es legítima. Su victoria está basada en la verdad.
Más allá de esto, Dios obtuvo el derecho de salvar al hombre por medio del sacrificio perfecto de Cristo que muere en lugar del hombre, y por esa vida de obediencia perfecta, quedó comprobado que Satanás, el Padre de la mentira, no tenía razón. Por tanto, la victoria de Satanás se anula.
Es con base a lo anterior que Dios puede decir: “Pero así dice Jehová: Ciertamente el cautivo será rescatado del valiente, y el botín será arrebatado al tirano; y tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos (Isaías 49:24). Satanás está usurpando hoy el lugar que le corresponde a Cristo, y por eso podemos reclamar la victoria de Cristo a favor de nuestros semejantes. Dios ama al hombre y tiene derecho legal sobre él. ¿Se comprende?
Así que, ¿en qué radica el poder de la oración intercesora? En que Dios es justo y Satanás mentiroso. Satanás no puede retener en justicia a aquellos por los cuales oramos porque su triunfo es ilegítimo. Por amor a su justicia, Dios puede emplear todo el arsenal del cielo para salvar a una sola alma que perece. Jamás lo olvidemos.
Recordemos, pues, que Dios puede actuar libremente hoy; y que no actuar ahora, cuando intercedemos por los demás, sería como negar su propia justicia. De paso, el mismo hecho de que él ponga en nosotros un espíritu de oración es la demostración fehaciente de que él tiene el derecho de hacer cualquier provisión a favor de nosotros. La oración es la exhibición de la justicia de Dios. Basado en su justicia, dice: “Pídeme y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra” (Salmo 2:8). Con relación a la salvación de las almas, él dice, pídeme, pues, “cualquier cosa” (Mateo 18:19).