EL CULTO DE ADORACIÓN, UN ESCENARIO PARA CRECER EN CRISTO
Omar Velázquez
De acuerdo a las Escrituras, “todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios” (1 Jn. 5:1). A partir de esa decisión personal, se inicia un proceso de crecimiento espiritual. Se espera que su fe crezca (2 Co. 10:15). Por lo tanto, para los cristianos crecer en Cristo no es una opción, sino un imperativo. Por esta razón, los Adventistas del Séptimo Día tienen una creencia fundamental sobre la importancia de crecer en Cristo. En ella se declara lo siguiente: “En esta nueva libertad en Jesús, somos invitados a desarrollarnos en semejanza a su carácter, en comunión diaria con él por medio de la oración, alimentándonos con su Palabra, meditando en ella y en su providencia, cantando alabanzas a él, reuniéndonos para adorar y participando en la misión de la iglesia.”[1] En esta declaración por lo menos se identifican tres escenarios donde el cristiano puede crecer en Cristo: 1) En un ambiente individual 2) Al participar en la adoración a Dios en los cultos de la iglesia y 3) Al compartir su fe con otros.
En este artículo se presentará al culto de adoración como escenario para crecer en Cristo. El asistir y participar en un culto de adoración de la iglesia, debe ser una característica que identifique al cristiano activo y lo diferencie del cristiano nominal. En ese lugar encontrará un ambiente apropiado para el crecimiento espiritual en Cristo. Sin duda alguna, por esta razón, en el libro a los Hebreos se advierte contra el peligro de dejar de asistir al culto congregacional y a la vez, se anima a no perder esta práctica espiritual (He. 10:25).
En los tiempos apostólicos se describe que la asistencia a los cultos de adoración era un escenario para el crecimiento espiritual de los creyentes. Por ejemplo, Pablo y Bernabé, cuando estaban en Antioquía de Pisidia en su primer viaje misionero, asistieron a la sinagoga en el día sábado y se sentaron para participar de ese culto de adoración. Allí les pidieron un mensaje. Y fue tal el impacto del mismo que los asistentes les rogaron que el siguiente sábado les hablaran de nuevo. Ese mensaje dado despertó tanto interés que al siguiente sábado se reunió casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios (Hch.13:14-44).
En las Creencias de los Adventistas del Séptimo Día se afirma: “Sin la adoración corporativa, perdemos la identidad y el escenario de nuestra comunión, y es en esta comunión y la relación interpersonal con otros que maduramos y crecemos.”[2] En ésta declaración se reconoce que el culto de adoración contribuye a mantener la identidad como iglesia y a la comunión entre los asistentes de tal manera que se logra madurar y crecer en la vida espiritual.
Elena G. de White escribió lo siguiente en relación a la importancia del culto de adoración: “Para el alma humilde y creyente, la casa de Dios en la tierra es la puerta del cielo. El canto de alabanza, la oración, las palabras pronunciadas por los representantes de Cristo, son los agentes designados por Dios para preparar un pueblo para la iglesia celestial, para aquel culto más sublime, en el que no podrá entrar nada que corrompa.”[3] En otras palabras, ella señala que la experiencia que viva el adorador en el culto de adoración debe ofrecerle la oportunidad de respirar, de manera anticipada, de la atmósfera celestial donde participará en dar alabanza, honra y gloria al Cordero (Ap. 5:13).
Ernest B. Gentile afirma: “¡Una iglesia respira a través de su sistema de adoración!...El pueblo de Dios florece a través de una adoración significativa, lo que a su vez produce personas espirituales.”[4] Anderson y Towns sostienen que cuando las iglesias adoran verdaderamente a Dios, entonces experimentan un verdadero avivamiento.[5]
Para estos autores el avivamiento espiritual de una iglesia debe empezar con una significativa experiencia de adoración a Dios. Ellos reconocen que esos momentos de culto corporativo constituyen un escenario para que los adoradores puedan crecer en Cristo y a la vez son determinantes para propiciar el despertar espiritual.
Conclusión
En los evangelios se presenta a Jesús como nuestro modelo en todos los aspectos. En ellos se registra que a temprana edad asistió a un culto de adoración que le impresionó tanto que permaneció en el templo más de lo que sus padres habían planeado (Lc. 2:41-52). Además, esa experiencia de adoración, resultó en gran bendición para la comprensión de su misión en esta tierra.[6] También se le describe asistiendo regularmente a los cultos de adoración y participando en ellos activamente (Lc. 4:16). El enseñaba en esas reuniones de tal manera que los asistentes se admiraban de las lecciones que aprendían de sus labios (Mr. 1:21-22). Para Jesús, el asistir a los cultos de adoración y participar en ellos activamente era fundamental para el cumplimiento de su misión.
Los mismos beneficios que recibió Jesús, al asistir a los cultos de adoración, también los pueden recibir las personas que se reúnan en la casa de Dios para adorar en “espíritu y en verdad.”Por lo tanto, es mucho mejor asistir a los cultos de adoración, para crecer en Cristo, que seguir estos momentos por los medios electrónicos. Porque en la adoración corporativa se fomenta una relación vertical (con Dios) y una horizontal (con los prójimos).
[1] Asociación Ministerial de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, Creencias de los Adventistas del Séptimo Día, (Nampa, ID: Publicaciones Interamericanas, 2006), 147.
[2] Creencias de los Adventistas del Séptimo Día. 159.
[3] Elena G. de White, Joyas de los testimonios, tomo II, (Mountain View, CA: Publicaciones Interamericanas, 1953), 193.
[4] Ernest B. Gentile, ¡Adora a Dios!, (Barcelona, CLIE, 2000), 21.
[5] Neil T. Anderson; Elmer L. Towns, Ríos de avivamiento, (Miami, FL: Unilit, 1998), 185.
[6] Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, (Boise, ID: Publicaciones Interamericanas, 1984), 57, 58.