“Amarás a tu Prójimo como a ti mismo”

Emmer Chacón

sábado 9 de agosto, 2014

            Levíticos 19:18 forma parte una sección mayor en el libro conocida como el Código de Santidad y que cubre Levíticos 17 al 26. Esta sección cumple una función muy importante en el libro de Levíticos. En primer lugar podemos notar que está ubicada justo después de los detalles relativos al día de la expiación en Levíticos 16. Los capítulos uno al quince en el libro lidian con todo lo relacionado con los sacrificios (1 – 7), el establecimiento del sacerdocio y de los servicios del santuario (8 – 10) y los rituales de purificación (11 – 15). Toda esta primera sección (1 – 15) provee todos los rituales y sacrificios necesarios para que el pecado, las rebeliones, la iniquidad y la contaminación fluya legalmente desde el individuo y el pueblo hacia y hasta el tabernáculo/santuario. Realmente esa contaminación legal se almacena, por así decirlo, en el altar de bronce, el sacerdocio y el tabernáculo. Es con esa contaminación legal que Levíticos 16 lidia.

            Una vez purificado el tabernáculo/santuario, el individuo y el pueblo así como el sacerdocio quedan limpios. La única respuesta, el único interés entonces, luego de que todo está limpio (Lev 16:20-21, 30) es mantener esa limpieza. Es a esto que Levíticos se dedica en la mayor parte de la segunda gran división del libro. La atención se dirige ahora a cómo andar el camino de la pureza, de la limpieza: de la santidad.

            Levíticos uno al quince de dedica a lo que Dios ha provisto para resolver el problema humano con el pecado, la rebelión, la iniquidad y la contaminación que estos generan, que el pecado genera. Todo el sistema sacrificial es provisto por Dios. Todo Levíticos 1 al 16 muestra que Dios ha provisto el cordero para quitar el pecado del individuo y el pueblo. Levíticos 17 al 26 nos muestra que una vez recibida la limpieza o sea el perdón y la salvación que evidentemente son gratuitos, el gran desafío es mantener esa condición. La respuesta para el cómo de mantener la limpieza provista por el Señor es mantenerse en el camino de la santidad. De esta manera notamos que Levíticos 17 al 26 no se enfoca en los rituales del santuario sino que se enfoca en la vivencia de la ley.

            Levíticos 17 al 26, el Código de Santidad, elabora los principios previamente expuestos en el Libro del Pacto (Éxodo 19:1-24:14) que a su vez es una elaboración concreta (Éxodo 21:1-24:8) de los principios expuestos en el Decálogo (Éxodo 20:1-17). Los principios elaborados así en Levíticos 17-26 serán luego elaborados en Deuteronomio 12-26 que es conocido como el Código Deuteronómico. Vemos de esta manera que hay un flujo de material legal desde el libro de Éxodo (19:1-24:14) pasando por el libro de Levítico (17:1-26:46) hasta llegar al libro de Deuteronomio (12:1-26:19). Es razonable entender entonces cómo es que el libro de Deuteronomio le dice al creyente:

 

Porque este mandamiento

que yo te ordeno hoy

no es demasiado difícil para ti,

ni está lejos. 

No está en el cielo,

para que digas:

¿Quién subirá por nosotros al cielo,

y nos lo traerá

y nos lo hará oír

para que lo cumplamos? 

Ni está al otro lado del mar,

para que digas:

Quién pasará por nosotros el mar,

para que nos lo traiga

y nos lo haga oír,

a fin de que lo cumplamos?

Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón,

14 para que la cumplas.  (Deut 30:11-14)

 

            De esta manera entendemos que el Señor ha provisto el cordero que quita el pecado del mundo y ha provisto el camino para que lo andemos y por su gracia y su bondad obrando en nosotros (Deut 30:6-10), podamos mantener la limpieza que él nos otorga por la sangre de su hijo. Este escenario de gracia, donde todo es provisto por Dios: la pureza y la manera de mantenerla, nos permite entender cómo un ser pecaminoso, sujeto a error y pecado puede ser capaz –realmente– de amar a su prójimo. Es sobre esta base en la Torá (Ley) que el Señor Jesús elabora su nuevo mandamiento: “Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a los otros.”