EL CIMIENTO Y EL “CEMENTO” DE LA IGLESIA

Marco T. Terreros

sábado 16 de agosto, 2014

Introducción

 

          Se cuenta que los habitantes de una remota aldea africana salieron de cacería y se encontraron con un elefante al cual atacaron y derribaron. Pronto llenaron el ambiente los acordes melodiosos de las voces de los cazadores que al unísono cantaban: “Matamos al elefante,” “matamos al elefante,” “matamos al elefante.”

          De pronto, uno de los cazadores, aquél cuya flecha había hecho blanco certero en la cabeza del paquidermo, cediendo al pensamiento egoísta de que era él quien en realidad merecía el crédito, comenzó a cantar: “Yo maté al elefante,” “yo maté al elefante,” “yo maté al elefante.” Entonces los demás, poco a poco, se fueron deslizando de regreso a la aldea dejando solo al que entonaba la nota discordante.

          Al verse solitario, y confrontado con la imposible tarea de tener que arrastrar solo tan enorme presa, recapacitó, fue a la aldea y, arrepentido, pidió disculpas a sus compañeros de equipo. Pronto volvió a escucharse por los aires la armoniosa melodía, “matamos al elefante,” “matamos al elefante,” “matamos al elefante.”

 

La iglesia como equipo

 

          En la iglesia debemos pensar, planear, actuar, y celebrar como un equipo. Esto es importante para que se logre y mantenga la unidad. En un equipo de fútbol, por ejemplo, todos los jugadores son importantes; no solamente el que marca el gol de la victoria. Pero cuán a menudo olvidamos esto como miembros de la iglesia y cedemos al egoísmo. ¿El resultado? Rencilla, separación, división.

 

El “cemento” de la iglesia

 

          En la Biblia también se compara a la iglesia con un edificio (Efesios 2:21-22). En una edificación, el cemento mantiene unidos los bloques o ladrillos. En la iglesia, ese “cemento” es el amor; es el único “pegante” que puede mantener verdaderamente unidos a sus miembros.

 

Los efectos del amor

 

          Como jóvenes y adultos en la iglesia necesitamos tener en cuenta que:

 

·       El amor edifica                 El odio destruye

·       El amor confía                  El odio sospecha

·       El amor suaviza                El odio irrita

·       El amor aclara                  El odio confunde

·       El amor calla                    El odio grita

·       El amor perdona               El odio intriga

·       El amor es veraz               El odio es mentiroso

·       El amor es humilde           El odio es altanero

·       El amor es manso             El odio es belicoso

·       El amor une                   El odio desune              

 

Una de las mayores cosas que Dios quiere enseñarnos al traernos a su iglesia es que aprendamos a amar. Hay mucha diversidad en la iglesia; todos somos diferentes y la unidad no equivale a uniformidad. Por esa misma razón, nuestra unidad en amor es el mejor testimonio que podemos darle al mundo sobre el poder del evangelio (Juan 17:20-21).

 

El amor de Cristo es la clave

 

Cuando le permitimos a Cristo morar en nuestro corazón, su amor hará que todo cambie en nuestra relación con nuestros hermanos, porque como alguien una vez dijo:

 

“Contemplé a mi hermano en el microscopio de la crítica, y dije:  ‘Qué tosco e inculto es mi hermano.’”

 

“Observé a mi hermano con el telescopio del escarnio, y dije:  ‘Qué pequeño e insignificante es mi hermano.’”

 

“Contemplé a mi hermano en el espejo del amor de Cristo, y dije:  ‘!Qué parecido a mí es mi hermano!’”

 

El Cimiento de la iglesia

 

          La unidad de la iglesia no se da por generación espontánea. Y no se da así porque el amor capaz de mantenernos unidos no es meramente humano; procede de una raíz mucho más profunda que nuestros sentimientos. Procede del Espíritu de Cristo (Gálatas 5:22). Por eso, así como todo edificio que ha de perdurar ante temblores necesita un cimiento firme, si la iglesia ha de permanecer victoriosa de modo que los terremotos ocasionados por el maligno no la derriben, necesita permanecer apoyada en Cristo como su Piedra angular (Efesios 2:20).

 

Jesús es el único cimiento firme. El edificio de la iglesia descansa sobre él, no sobre Pedro. Pedro mismo así lo reconoce: “Este Jesús es la piedra reprobada por los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo” (Hechos 4:11; véase también 1 Pedro 2:4-8). En la iglesia, Jesús debe ser el gran centro de atracción; él es el único que puede mantenernos no solo juntos sino unidos.

 

Los asistentes a un estadio lleno seguramente están juntos, pero lejos de estar unidos. Hay rivalidad entre ellos. Si finalmente hemos de triunfar con la iglesia necesitamos lograr la experiencia no solo de estar juntos sino unidos, tal como lo lograron los discípulos de Cristo quienes antes estaban divididos entre sí por sus ambiciones y deseos de supremacía personales (ver Hechos 2:1).

 

Conclusión

 

          Cristo es Cimiento y es “Cemento” de su iglesia. “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. Y si ustedes permanecen en Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa” (Gálatas 4:28-29).