UNA IGLESIA SIN MIEMBROS

23 agosto, 2014

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquél que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”(1 Pedro 2:9)

La iglesia de Cristo, es la única que no debe tener miembros. Si  las personas que la integran, sólo se concretan a reuniones, actividades o atenciones personales; lejos está tal entidad, de ser lo que debe ser. Ser miembro en una iglesia solo complica la naturaleza ontológica del cristiano. La iglesia como tal, si sólo es un grupo de personas, estará cubriendo una limitada dimensión de su verdadera naturaleza.

Las cuestiones ¿Quiénes somos? ¿Para qué existimos?, demandan una respuesta en cada una de las personas, ante todo, de los que integran la iglesia cristiana. Saber los objetivos de la vida y entender los propósitos  mismos de la iglesia, reenfocará al creyente, teniendo como consecuencia una armonía con su Creador, con sus semejantes y  sobre todo consigo mismo.

El texto bíblico, único en su género, se explaya en explicar las razones de la existencia humana, y especialmente del pueblo cristiano. Con un lenguaje, metafórico o literal, las páginas sagradas, le dicen al hombre y a la iglesia ¿Quién es y para qué existe?

El tema del sacerdocio, entre los tantos que cita la Biblia, presenta extraordinariamente los objetivos de la vida humana y específicamente los de la iglesia. Tanto en el primero, como en el segundo testamento bíblico, se da por sentado que todos los integrantes del pueblo de Dios son sacerdotes, esto es, no hay lugar para el término miembros. Por lo tanto, se espera, por parte de Dios, que la vida de la iglesia sea como la de tal alto rango. Es decir, todos los creyentes, no  importa su edad, raza, profesión, cultura, estatus social, etc. son sacerdotes. Esto implica, un alto privilegio, pero también una alta responsabilidad. Uno de los pasajes bíblicos que ayuda a entender lo anterior, es Génesis 14: 17-20, del cual emanan los principios que fundamentan el sacerdocio eclesiástico, que puede ser, como algunos lo indican, especial(sólo para algunos cuantos) o universal(que es para todos los creyentes).

En el texto arriba señalado, presenta el momento en que  Abraham vuelve de rescatar a su sobrino Lot, de mano del rey Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban; y cómo es recibido por los reyes de Salem y de Sodoma. Los detalles que la Biblia indica con respecto a la recepción que; Melquisedec , rey de Salem, ofrece al patriarca, refieren las premisas que permean el tema del sacerdocio en toda la Biblia. Expresiones como: “rey-sacerdote del Dios altísimo”, “les sirvió pan y vino”, “creador del cielo y de la tierra”, “le dio el diezmo de todo”, etc  pueden evidenciarse en todos los pasajes bíblicos relacionados con el sacerdocio. Consideremos solo dos de tales expresiones: “sacerdote del Dios Altísimo” y  “les sirvió pan y vino”.

La declaración “rey-sacerdote del Dios altísimo”, por ejemplo, es aplicada de manera general a todos los israelitas mientras viajaban de Egipto a la tierra prometida (Exodo 19:6); pero, posteriormente, también es aplicada a un grupo especial, esto es a Aarón y a sus descendientes (Exodo 28:1; Números 18:7;25:11-13). No obstante, sin minimizar el uso exclusivo, en el resto de la Biblia, el énfasis se orienta hacia todos los creyentes (Isaias 61:6; 1 Pedro 2:9; Apocalipsis 1:6; 5:10). Asimismo, aunque las palabras “les sirvió pan y vino” son aplicadas al sacerdocio especial (Levítico 21:6-8); también son de uso para todo el pueblo de Dios (Isaías 55:1,2; Eclesiastés 11:1 1Corintios 4:1,2). Sin embargo, a razón de que el sacerdocio especial era símbolo de la obra redentora de Cristo(Hebreos 8:5,6;9:9), y como él ya vino (Hebreos 9:11), es evidente que, los los principios de los elementos aplicados a dicho sacerdocio, siguen en vigencia para todos los cristianos. Esto es, todos los cristianos siguen siendo sacerdotes y no miembros.

En fin, todas las personas que integran la iglesia, sean niños, jóvenes o adultos, su verdadero rol no es ser miembros de la misma, sino el de ser sacerdotes. Vivir a la altura de tan alto honor, solo traerá como consecuencia, el cumplimiento del verdadero propósito de la iglesia, esto es, el de “anunciar las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”

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