Fe que obra

01 noviembre, 2014

Según Mateo 25: 31-46 ¿Cuáles son algunas características de las personas a quienes Jesús les dirá, en ocasión de su Segunda Venida, “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”?

En cierta ocasión el Señor dijo: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc.18:8). Por lo que registra Mateo, pareciera que el mismo Jesús dio respuesta a esa pregunta. En aquel mensaje profético, hablando de su Segunda Venida describe a sus verdaderos discípulos a quienes, por vivir manifestando activamente su fe en servicio a los demás, les expresa una emotiva bienvenida a su reino.

En esa sección del mensaje presentado por el Señor Jesús, él reconoce, en primer lugar, que esas personas manifiestan su fe en él en actos de amor hacia el prójimo. Él dijo: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mt. 25: 35,36). En otras palabras, esas personas tienen una fe activa, de tal manera que no se pueden quedar viendo la necesidad del prójimo, sino que suplen sus necesidades. Esos actos de servicio, a los necesitados, Jesús los reconoció como si fueran el fruto de su fe en él. Esas personas viven un estilo de vida que se caracteriza por el servicio a los demás.

Otra característica de las personas que recibirán la bienvenida al reino de Jesús, es que sus obras a favor de los necesitados las hicieron sin esperar recompensa alguna. El evangelio dice: “Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?” (Mt. 25: 37-39). Esa respuesta no solo indica su sorpresa por la razón que Jesús dio para darles la bienvenida a su reino, sino que además expresa directamente que esas obras las hicieron sin interés alguno de ser recompensados. Sin duda alguna, esta es otra característica de la fe que obra de los salvados.

La tercera característica de las personas que Jesús identifica como sus hijos es que, por esa fe que actúa para llevar bendición al necesitado, ellos realizan sus obras de bien de manera imparcial. Nota cómo continúa el diálogo entre Jesús y esas bienaventuradas personas. “Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt. 25: 40). Es evidente que esas personas no son impulsadas a ayudar a quienes pueden devolverles los favores hechos. No realizan sus obras de bien de manera parcial. Al contrario, son totalmente imparciales al momento de suplir las necesidades del prójimo.

La segunda parte del mensaje profético presentado por Jesús esa ocasión, describe al grupo de personas que, en lugar de una bienvenida escucharán las tristes palabras: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt. 25: 41). Y enseguida les indica que por no haber vivido una fe activa a favor de los necesitados, no pueden entrar a su reino.  Por la respuesta que ese grupo dará se nota que, a diferencia del grupo que recibirá la bienvenida, ellos, de haber sabido la importancia que Jesús le otorga a las acciones de bondad a favor de los necesitados, hubieran hecho obras de caridad a los demás, pero sin ir acompañadas del sabor celestial llamado amor. Ese grupo habría realizado actos para ayudar a otros, pero con el objetivo final de ganar puntos antes Dios y así ganar el cielo. Ellos habrían actuado, pero de manera parcial. Con el interés de ser recompensados.

Finalmente, es bueno recordar que una de las enseñanzas básicas del Maestro Divino, llamado Jesús, fue: “Por sus frutos los conoceréis” (Mt. 7: 15-20). En esa declaración describe la evidencia final para identificar al verdadero representante de él. Con esas palabras el Señor enseñó que no son suficientes las palabras que una persona pueda decir. Su mensaje debe ir acompañado de una vida que presente frutos acordes con lo que dice. Es interesante notar que estas palabras fueron pronunciadas por Jesús como parte de su discurso inaugural de su ministerio público. Por otro lado, las palabras de su sermón profético que se registra en Mateo 25 fueron dichas por Jesús como parte de su mensaje de despedida ante los discípulos la noche antes de morir. Esa ocasión amplia la importancia de llevar frutos en la vida de quienes se dicen seguidores de él. Él explica que, en el día del juicio final,  reconocerá a sus seguidores por el estilo de vida que llevaron, una vida al servicio de los demás.

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