Ansioso por perdonar

Omar Velázquez

sábado 18 de julio, 2015

El libro de Jonás contiene una historia emocionante y dramática. Tan intensa es su narración que muchos han llegado a pensar que su historia es ficticia, inclusive la comparan con una magistral parábola creada con fines didácticos. Sin embargo, los adventistas creemos que Jonás es un personaje histórico (2Re. 14:25) y que los hechos presentados en el relato son históricamente verdaderos y literales. Además, creemos que la historia es verídica porque Cristo mismo hizo referencia a la vida de Jonás (Mt. 12:40).

 

La historia de Jonás, va mucho más allá de que un gran pez se tragó a un hombre y lo devolvió vivo. Ese relato aborda de una manera objetiva una serie de importantes mensajes de Dios para los seres humanos. Por ejemplo, en este libro se presenta a un Dios que está ansioso por perdonar a cualquier pecador que se arrepienta de corazón (3:10). También, se habla de un Dios Creador que tiene poder sobre la naturaleza. Calmó la tempestad (1:15), usó a un gran pez para transportar a Jonás (1:17) y preparó una calabacera para enseñar una lección al profeta (4:6-11). Además, se afirma que Dios escucha las oraciones de los seres humanos arrepentidos. Escuchó a Jonás (2:1,2) y de igual manera, escuchó a los habitantes de Nínive (3: 7-11). También, en la desobediencia de Jonás, se describe la actitud del ser humano que prefiere correr hacia las tormentas de la vida en lugar de correr hacia Dios.

 

Entre todos los mensajes que se desprenden de la historia intensa del libro de Jonás, hay uno en particular que deseo enfatizar en esta breve reflexión. Este relato habla de un Dios que dio  una orden urgente, él dijo: “Levántate y vé” (1:2). El libro de Jonás, se puede decir, que es una historia misionera llena de suspenso y dramatismo. Pero también es una historia misionera que contiene abundantes lecciones para la iglesia de Dios contemporánea.

 

 Entre las verdades del aspecto misional que se presentan en esta emocionante narrativa divina se encuentran las siguientes: 1. Siendo que Dios ama a los pecadores, él desea que se proclame un llamado al arrepentimiento. 2. El corazón de los hijos de Dios es duro y se resiste a cumplir con el mandato misionero dado por Dios. 3. El prejuicio impide participar del gozo celestial de salvar al pecador. 4. Podemos estar dormidos mientras el mundo enfrenta la más terrible tormenta de todos los siglos. A continuación se ampliarán cada una de estas verdades.

 

El deseo de Dios de hacer llegar un llamado de arrepentimiento a una gran ciudad que se caracterizaba por el pecado y la abierta rebelión contra él, sin duda alguna, describe, de manera objetiva, el amor de Dios por los pecadores. Ese sentimiento divino de amor hacia el pecador, todavía existe porque, aún hoy,  él no quiere la muerte del impío, sino que se vuelva de su camino y que viva (Eze. 33:11). Ante esta gran verdad, es importante pedirle al Señor que unja nuestros ojos con colirio y nos permita ver a las multitudes que nos rodean con los mismos ojos de compasión con los que Cristo veía a las multitudes de su tiempo (Mt. 9:36). 

 

Por otro lado, todo el drama que protagonizó Jonás al resistirse obstinadamente para no cumplir con ese mandato misionero, presenta la dureza del corazón de quienes se dicen, hijos de Dios, pero que no cumplen con el mandato divino de llamar a los pecadores al arrepentimiento. Sin embargo, es notable señalar que a pesar de la terquedad del misionero Jonás y de todas sus imperfecciones en el cumplimiento del mandato divino, esta historia describe los frutos de su trabajo misionero hecho de muy mala gana. Un grupo de marineros, reconociendo al Dios que tiene poder sobre la naturaleza, le adoraron (1:16). Los habitantes de una gran ciudad se arrepintieron de sus pecados y Dios los perdonó (3:7-10). ¡Qué maravilloso es el amor de Dios hacia el pecador, pues aunque un misionero comparta, de manera imperfecta, el mensaje de salvación encomendado por él, habrá  frutos de conversión en los pecadores!

 

La historia de Jonás describe el prejuicio típico del pueblo de Israel de aquellos tiempos. Algunos piensan que probablemente la familia de Jonás, que vivía al norte de Israel, había sufrido mucho a causa de las invasiones de los asirios y que por eso él tenía un prejuicio tan marcado hacia ellos que le frenaba para cumplir con la orden misional de parte de Dios. Sin embargo, la misma historia señala con marcado énfasis, que para Dios todos los seres humanos, de cualquier tiempo o lugar son sus hijos y que sus pecados le entristecen y su salvación le interesa en gran manera. Para el Creador de toda la humanidad, no puede haber distinciones de raza, credo o color. Él ama a todos por igual y desea su salvación.

 

Finalmente, la historia de Jonás,  presenta a un mensajero dormido mientras sus prójimos enfrentan una tormenta mortal a pesar de la orden misional de parte de Dios. Esa escena constituye una dramática advertencia contra la indiferencia para cumplir con el mandato de compartir un mensaje de juicio, pero sobre todo de salvación. Ante la imagen de un Jonás dormido, nos debemos preguntar: ¿Será que mientras el mundo vive tiempos de confusión y de temor también yo me encuentro dormido y no cumplo con la orden de Dios que dice: Levántate y vé? Si hemos recibido el privilegio de la salvación, entonces también debemos aceptar la responsabilidad de compartir con los perdidos la bienaventurada esperanza que ofrece el Salvador.