Tibieza

Jose Mercedes Espinosa

sábado 29 de agosto, 2015

            La discusión estaba en su apogeo. Cada quien defendiendo sus puntos de vista y justificando sus actitudes. La junta directiva de la iglesia se había enfrascado en una serie de problemas entre ellos y de ellos contra el pastor. Como dirigente de la Asociación me había reunido con los miembros de esa junta directiva, sin la presencia del pastor local. El propósito de la reunión era conciliar posiciones, arreglar diferencias y resolver los problemas. Escuchaba con atención a uno y a otro miembro de la junta, y en momentos la situación se acaloraba y las discusiones subían de tono. De pronto, alguien toca a la puerta. Era evidente que nadie quería interrupciones y nadie quería abrir, pero quien tocaba insistía, por lo que uno de los ancianos se acerco a la puerta, la abrió un poco, y al momento, quien tocaba preguntó: -¿ustedes son la junta directiva de la iglesia?- Sí, respondió el anciano. Como para estar seguro el hermano que interrumpía volvió  a preguntar: -¿ustedes son la junta directiva de la iglesia?- el anciano volvió a afirmar: -Sí, por qué, qué se le ofrece? Cuando el hermano que tocaba estuvo seguro que era la junta directiva los ahí reunidos, él mismo abrió más la puerta, se introdujo a la sala de juntas y declaró con todo entusiasmo y convicción: -Pues si ustedes son la junta directiva de la iglesia, quiero pedirles que por favor organicen la iglesia en grupos o en parejas para que me ayuden a atender  a los intereses que tengo aquí en la colonia- y siguió diciendo –desde que me bauticé, hace unos tres meses, he estado visitando casa por casa a las familias que viven en esta colonia y tengo como ochenta intereses que quieren recibir estudios bíblicos. Y si ustedes son la junta directiva de la iglesia, por favor, organícenla en equipos o parejas para que me ayuden a atenderlos- El anciano que escuchaba sorprendido le dijo -¿Ya terminó?- Sí, dijo el hermano un poco asustado, y salió. Entonces el anciano se dirigió a los miembros de la junta más o menos con estas palabras: -¡Ay el hermanito! ¡está en su primer amor! ¡no le hagan caso, ya se le pasará!

            Ante tales declaraciones no pude quedarme callado. Era alarmante la tibieza espiritual y la indiferencia misionera.  Un miembro recién convertido, en el calor del primer amor, tuvo que venir para hacer reaccionar a sus dirigentes. Pero aún con tales exhortaciones, los dirigentes veían  como algo raro su fervor misionera y esperaba que pronto se le pasar, como había ocurrido con ellos.

Debo decir que tuve que hacer una seria reprensión a esa junta directiva.   Afortunadamente puedo informar que la reacción fue positiva. Después de mi exhortación en la que mostré que lo que el hermano había dicho era lo que debíamos hacer, y que por no hacerlo estábamos enfrascados en problemas, terminamos orando, los problemas se olvidaron he hicimos un plan de trabajo.

Quiera el Señor que durante este trimestre recobremos el fervor misionero y dejemos la tibieza espiritual.