“Se armó la gorda”

Juan José Andrade

sábado 17 de octubre, 2015

Se armó la gorda”, “La cosa está que arde” o, “La cosa se puso color de hormiga”, son expresiones de la lengua popular para indicar la existencia de un grave conflicto. Por más inventos logrados en todas las disciplinas de su desempeño, el hombre no ha sido capaz de encontrar la fórmula para vivir en paz con su semejantes. Lamentablemente por más que se busque un lugar que esté libre de conflictos, no lo encontraremos. Están en todas partes; en la escuela, en la calle, en el trabajo, en el hogar y también en la iglesia entre “los santos”. El punto no es si habrá o no conflictos, sino la forma de enfrentarlos. Lo importante es la actitud que se asume frente a ellos y tratar de no ser nosotros los generadores de conflictos sino los pacificadores. Recuerda que Jesús dijo: “Bienaventurados los pacificadores porque ellos serán llamados hijos de Dios” Mat. 5:9.

                El libro de Proverbios abunda en sabios consejos no solo para el manejo de conflictos sino para evitarlos. Una de las causas más frecuentes de conflictos sin duda son nuestras inoportunas palabras. Proverbios dice: “la palabra áspera hace subir el furor” Prov. 15:1. “En las muchas palabras no falta pecado, más el que refrena sus labios es prudente” Prov. 
10:19. 
“Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada…” Prov. 12:18. Otra causa es nuestra naturaleza caída que se revela en un carácter iracundo: “El hombre iracundo promueve contiendas;” Prov. 15:18. “El que fácilmente se enoja hará locuras, y el hombre perverso será aborrecido” Prov. 14:17. “El hombre perverso levanta contienda, y el chismoso aparta a los mejores amigos” Prov. 
16:28.

               Otras razones comunes por las cuales surgen conflictos son: La subjetividad en la forma de percibir las cosas. Dos personas pueden estar en el mismo lugar, escuchando lo mismo y viendo lo mismo, pero percibir las cosas de manera diferente. También la información incompleta, las fallas en la comunicación, la desproporción entre los recursos disponibles y las necesidades, la independencia al actuar en una agrupación, el deseo excesivo de controlar a los demás y la tendencia a andar haciendo comparaciones pueden ser causas generadoras de conflictos.

               Se ha dicho que para que exista un conflicto se requiere la voluntad de dos; es decir, cuando uno no quiere, aunque el otro busque pelea, no la habrá. De modo que los desencadenantes (gestos, palabras ofensivas, acciones groseras, etc), no son necesariamente la única razón para que surja un conflicto, todavía hace falta la interpretación por parte de la otra persona. Porque ante las acciones, gestos y palabras ofensivas puedo elegir interpretarlas de otra manera. ¿Qué tal si pienso? “Debe estar muy estresado (a)”, “En ocasiones yo he actuado igual, voy a comprenderlo (a)”, etc. creo que las cosas serían diferentes.

               Los conflictos acarrean mucho mal. Todos nos sentimos sumamente mal cuando nos encontramos en una situación tirante o de conflicto con otra persona. Por lo general los conflictos pueden generar hostilidad, violencia, prejuicio, resentimiento. Afectan el rendimiento de las personas en todos los ámbitos de su desempeño. Dañan la imagen corporativa de la iglesia, afectan el poder del testimonio personal, pueden predisponer a las futuras generaciones (problemas entre familias que se pasan de padres a hijos); pero lo principal, ofenden a Dios.

               Dado que es un asunto muy serio ¿Qué podemos hacer para darles un manejo adecuado o evitarlos? En primer lugar: Partir de la verdad que todos somos hijos de Dios. Hemos sido creados por él; y para el cielo cada persona es de gran estima (Prov.22:2). Por lo tanto debemos respetar, valorar y amar a nuestros semejantes. En segundo lugar, reconocer y aceptar que todos somos diferentes, tenemos ideas, personalidad y carácter diferente; no que uno sea mejor o peor que otro sino diferente. Eso significa que hay que desarrollar una actitud humilde y de comprensión hacia los demás para que en esas diferencias, el ambiente en donde estamos sea enriquecido y cada vez mejor (Prov.16:32). En tercer lugar no tomar como personales (ataque) los comentarios de otras personas, no actuar de la misma manera, no sea que nos encontremos haciendo justamente lo que señalamos como un mal de otros (Prov.14:29). En cuarto lugar aprender a escuchar y dialogar. Todos tienen cosas muy positivas (Prov.15:31). Quinto, tratar de resolver cristiana y bíblicamente cualquier situación. Eso significa que no hay que compartir con otros el mal de nuestro prójimo sino acudir con él (ella), para que con el Espíritu de Cristo, poner las cosas en paz (Prov. 25:9; ).

               ¡Que bonito es estar en paz! ¿No es cierto? Todo nos parece mejor, el aire, el ambiente, los alimentos, la vida, los cultos, el hogar, etc. Qué tal si nos proponemos que en lugar de que se diga: “Se armó la gorda” o “La cosa está que arde”, que se diga: “…hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros” (2ª Cor.13:11).