Guarda tu corazón

Alejo Aguilar

sábado 7 de noviembre, 2015

La mayoría de nosotros acostumbramos guardar algo. Guardamos secretos, recuerdos y, sobre todo, cosas (¡a veces tantas que lo lamentamos al tener que mudarnos!)

La acción de «guardar» obviamente no es ajena a los personajes bíblicos, solo que el concepto bíblico es algo más amplio, ya que también implica «cuidar» y «proteger». De ahí que «guardar» no solo sea una acción positiva, sino también trascendental: «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él emana la vida» (Prov. 4:23).

Pero, ¿qué significa específicamente «guardar» el corazón? ¿De qué y por qué habríamos de «guardarlo»? Y por cierto, ¿qué relación tiene esto con el llamado a la santidad que el apóstol Pablo hace en 1 Tesalonicenses 4?

 

¿Guardar el corazón?

Cuando la Biblia habla del «corazón», lo hace mayormente para referirse a nuestra mente. En otras palabras, el imperativo de Proverbios 4:23 bien podría entenderse entonces como: «cuida tu mente», «protégela».

Sabiendo que nuestros sentidos pueden ser usados para percibir cosas dañinas, nuestro Dios espera por tanto que estemos en guardia y que vigilemos siempre lo que llega a nuestra mente. Algo que, dada su importancia, ciertamente involucra mucho más que una mera opción en la vida cristiana.

 

«Sobre toda cosa guardada»

Una traducción literal de la expresión «sobre toda cosa guardada» sería la siguiente: «de todo lo que está bajo resguardo», o bien, «de todo lo que está bajo la vigilancia de un guardia».

            Siendo este el caso, es evidente que Salomón está hablando aquí metafóricamente de ciertos límites. Así como no debiera accederse a un sitio cuya entrada está prohibida, la Biblia nos dice que nuestra mente debe respetar ciertos espacios porque, al acceder a ellos, estaría violando límites bien definidos.

            La orden de guardar nuestro corazón nos recuerda entonces que nuestra mente tiene límites y que debe tenerlos porque, en caso contrario, seríamos arrastrados completamente por nuestros deseos pecaminosos. Por eso, dado que no fue capaz de respetar los límites (Gen. 3), la Biblia nos aclara que, además de haber perdido el Edén, el ser humano se halla desde entonces en medio de una lucha por el control de su mente, una lucha que no solo lo involucra a él, sino también a aquel que logró engañarlo años atrás y desea controlar su mente hoy también.

De ahí que tener una mente y una conciencia sana involucre mucho más que el mero hábito de controlar nuestros pensamientos. Guardar nuestro corazón significa hacerle caso a Dios porque él merece nuestra obediencia, pero también porque, al hacerlo, declaramos de lado de quién estamos en el conflicto entre el bien y el mal.

Fomentar una actitud descuidada respecto a lo que vemos y oímos, no puede en consecuencia ser parte del estilo de vida de quienes decimos estar preparándonos para ir el cielo. Efectivamente, Dios ha puesto límites y espera que los respetemos en cualquier etapa de nuestra vida, tal como lo esperaba desde que nos creó (Gen. 2:17).  

           Saber que hemos de cuidar nuestra mente de todo lo que está bajo resguardo nos recuerda por lo tanto el interés que Dios tiene por nosotros y lo sabio que es hacerle caso. Ser conscientes de todo esto, sin embargo, no hace más fácil nuestra lucha por sujetar nuestra mente a la de Cristo. Pero el hecho de que no lo sea tampoco es una mala noticia. Por el contrario, debiera llevarnos a recordar que Dios no solo está dispuesto a perdonar nuestro descuido de «las avenidas del alma», sino que también tiene la forma y el poder de restaurarlas(Sal. 119:9).

¿Pasamos más tiempo alimentando nuestra mente con cosas vanas y perniciosas que estudiando la Biblia? Es tiempo entonces de volver a escuchar al Señor decirnos: «Dame, hijo mío, tu corazón, y observen tus ojos mis caminos» (Prov. 23:26).  

Vayamos a la Biblia, leámosla y pongámosla en práctica con la ayuda de nuestro Dios: "La familiaridad con las Escrituras agudiza la capacidad de discernimiento, y fortifica el alma contra los ataques de Satanás. La Biblia es la Palabra del Espíritu, que nunca dejará de vencer al adversario".[1]

¿No te consideras un buen lector? Pues recuerda que hoy existe una gama de dispositivos electrónicos que también pueden comunicarte mediante el audio el contenido de las Escrituras. ¡Aprovéchalos!

 

Conclusión

Dada la gran cantidad de anuncios de terrenos en venta que notamos visitando una ciudad de los Estados Unidos, nuestro anfitrión nos habló de la crisis financiera del lugar, pero también nos explicó cómo algunos habían encontrado incluso en esto una situación para bromear. Mientras que los letreros en las cercas que protegían aquellos terrenos decían en inglés: «For sale, no lease» («Se vende, no se renta»), algunos preferían «entenderlos» en español: «¡fór-sale, no le ase!» (Entiéndase: «¡fuérzale, no hay problema!»).  

 Siendo que cuidar nuestra mente es algo que no puede ser tomado a la ligera, forzar los límites que Dios nos ha revelado en su Palabra nunca será sabio.

Por lo tanto, originarios de Tesalónica o no, permitamos que sea Dios quien tome el control de nuestra vida y cumpla de esa forma su voluntad en nosotros, «pues la voluntad de Dios es vuestra santificación» (1 Tes. 4:3).

 



[1]
Elena G. White, Nuestra elevada vocación, 33.