¿Quién eres Señor?

Dina Rocío Carpintero

domingo 3 de julio, 2011

En algún momento de nuestra vida escuchamos hablar de Dios. Algunos, desde pequeños, son expuestos a constantes experiencias que buscan acercarlo a Dios y que Él llegue a ser relevante en su vida. El conocimiento de Dios, tiende a depender del Dios que los mayores o quienes están a nuestro alrededor nos muestran. ¿Puedo alabar o adorar a quien no conozco? Piensa en lo siguiente:

 

¿Qué es Dios para ti? ¿Lo conoces?

Luego de un programa de Escuela Sabática, donde había tenido una conducta muy inquieta, una joven fue llamada a tener una entrevista con una profesora. Ante la pregunta “¿Qué es Dios para ti?, la joven contestó: “¿Dios? Dios es… un concepto interesante, una motivación “externa” para que las personas actúen, una idea que ha mantenido al hombre sujeto a creencias sin sentido, eso es Dios”. Se quedó pensando un rato y agregó: “Lo más raro de todo este asunto es que cuando me he visto en situaciones difíciles, tengo la costumbre de recurrir a Dios y pedir su ayuda. ¡Qué irónico!”

Pensando en la experiencia anterior, ¿nuestra adoración a Dios puede ser determinada por lo que pensamos de Él?

 

¿Dónde está Dios? ¿Qué hace por mí?

Ana era una joven que participaba muy activamente en las actividades de la iglesia, sentía que debía corresponder al amor que Dios había mostrado al morir por ella en el calvario.  Su forma de ser le trajo algunas dificultades con otras jóvenes de su edad. Comenzó a sentirse criticada, rechazada, incomprendida por el resto de las demás. Poco a poco fue dejando de asistir a las reuniones y comenzó a enfriarse espiritualmente. Finalmente, abandonó la iglesia y se enroló en actividades que la mantenían lejos, no sólo de la iglesia, sino de Dios. Un día sintió una necesidad especial de Dios y lo expresó de la siguiente manera: “Dios era para mí como una estatua de cristal, limpia, brillante, transparente. Un día esa estatua se cayó y se rompió en añicos. Cuando la vi rota, me sentí triste, apesadumbrada y lloré. Me dolía ver la base de la estatua vacía. Una mañana volví a ver la estatua en la base y quise acercarme a ella, pero los vidrios de la primera estatua todavía estaban en el piso a su alrededor y en cada paso que quería dar, mis pies eran lastimados”. ¿Cómo podría regresar a Dios? ¿Es posible alabar a un Dios que sentimos lejano?

 

¿Cómo afecta la visión de otros, con quienes me relaciono, mi visión de Dios?

El pueblo de Israel había sido esclavo de los egipcios por muchos años. Habían vivido entre ellos, conocían sus costumbres, conocían sus tradiciones y tal vez incluso habían participado en algunas de las festividades con ellos. Trate de encontrar, de acuerdo al estudio realizado, qué situaciones nos ayudan a conocer cómo el pensamiento egipcio había influenciado el pensamiento de los hebreos y cómo esto impactó la relación de Dios con su pueblo. Prepare sus ideas y llévelas para compartir opiniones con sus compañeros de clase.