"Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos" (Romanos 4:7)

Justicia Imputada

lunes 28 de marzo, 2011

     No hay dudas: cualquier cristiano honesto que se mire a sí mismo, en contraste con la justicia de Dios como fue revelada por medio de Cristo, verá algo muy atemorizador. No hay mucho allí que nos recomiende ante Dios. De hecho, no hay absolutamente nada fuera de "trapos de inmundicia".

     Entonces, ¿qué esperanza tenemos? Una gran esperanza, realmente, y el término  teológico para esa esperanza es justicia imputada. ¿Qué significa esto? Muy sencillamente, es la justicia perfecta de Jesús, "tejida en el telar del cielo" y que nos fue otorgada por fe. "Justicia imputada" significa la sustitución de su vida sin pecado por nuestra vida pecaminosa. Se nos acredita, desde fuera de nosotros, y nos cubre completamente. A los ojos de Dios, es como si nunca hubiésemos pecado, como si siempre hubiéramos sido completamente obedientes a los mandatos de Dios, como si fuéramos tan santos y justos como Jesús mismo.

     Lee Romanos 4:1 al 7. ¿De qué modo la confianza de Abraham en Dios ilustra la justicia imputada?

      Pablo dijo, en Romanos 4:2, que si Abraham hubiera sido justificado por obras, podría haberse jactado. Sin embargo, creyó a Dios y, por lo tanto, fue contado como justo. Jesús nos invita a ir a él creyendo sencillamente, aunque somos pecadores, y él nos proveerá  su manto de perfección, la perfecta justicia que él vivió en su vida mientras estuvo en la carne. Eso se conoce como "justicia imputada", y es la única solución al dilema que tan gráficamente está descrito en Isaías 64 y en Romanos 3.

      Imagínatelo de este modo: Jesús te quita tus vestidos viejos y manchados, tus trapos inmundos, y te envuelve con el manto de su justicia perfecta, su perfecta santidad, su registro de obediencia perfecta. Te rodea con él y luego te susurra al oído: "Ahora eres perfecto. Te he dado mi perfección. Por favor, usa este manto, y no te apartes de él".

     ¿Cuál es el mayor regalo que alguien te ha hecho? ¿Cómo te hizo sentir ese regalo, especialmente si no hiciste nada para merecerlo? ¿Cuánto más agradecidos deberíamos estar, entonces, por el regalo de la justicia de Jesús, que él nos ofrece?