"Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad" (Ezequiel 28:15)
Querer ser Dios
"En el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas" (Eze. 28:14).
Ezequiel usó una figura de lenguaje que representa la ubicación del gobierno de Dios, o el cielo mismo. Cuando Ezequiel describió a Lucifer en el monte de Dios, sus palabras mostraban la elevada posición que Dios le dio a este ser creado y los privilegios que le otorgó.
Otros casos en la Biblia indican que una experiencia en un monte tenía mucho significado. Por ejemplo, Moisés subió al monte para encontrarse con Dios (Éxo. 19:10), y Jesús y tres de sus discípulos se encontraban sobre un monte alto cuando el Señor experimentó la transfiguración (Mat. 17:1,2).
En la expresión "En medio de las piedras de fuego te paseabas" (Eze. 28:14), el profeta Ezequiel usa el simbolismo para indicar la presencia de Dios: "piedras de fuego". El Señor apareció a Moisés, a Aarón y a los otros líderes de la siguiente manera: "Y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno" (Éxo. 24:10).
A pesar de todos sus privilegios, Lucifer permitió que pensamientos equivocados entraran en su mente, que finalmente lo llevaron a su rebelión y ruina.
Lee Isaías 14:12 al 14, otro informe de la caída de Lucifer. ¿Qué principios están aquí en juego, y qué podemos aprender de ellos en nuestras tentaciones y luchas?
Los antiguos romanos a menudo creían que, cuando un emperador moría, llegaba a ser un dios, lo que explica las últimas palabras de Vespasiano: "Oh, me parece que me estoy convirtiendo en un dios".
La tentación de jugar a ser Dios puede ser más sutil de lo que nos damos cuenta. Cuando juzgamos los motivos de otras personas, cuando asumimos prerrogativas que no nos corresponden, cuando procuramos controlar a otros en formas que son inapropiadas, ¿no estamos, en cierto modo, procurando jugar a ser Dios?.
Medita en las formas sutiles en que todos podemos estar en peligro de ponernos en el lugar de Dios. ¿Cómo puedes haber hecho lo mismo? ¿Cuál es, realmente, la única cura para este engaño peligroso, pero a menudo sutil?