"Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores" (Génesis 37:3).

La túnica de diversos colores

martes 19 abril, 2011

El mal carácter de los hermanos se destaca aún más en contraste con el carácter de José.

"Sin embargo, hubo uno de carácter muy diferente; a saber, el hijo mayor de Raquel, José, cuya rara hermosura personal no parecía sino reflejar la hermosura de su espíritu y de su corazón. Puro, activo y alegre, el joven reveló también seriedad y firmeza moral. Escuchaba las enseñanzas de su padre y se deleitaba en obedecer a Dios. Las cualidades que lo distinguieron más tarde en Egipto, la benignidad, la fidelidad y la veracidad, aparecían ya en su vida diaria. Habiendo muerto su madre, sus afectos se aferraron más estrechamente a su padre, y el corazón de Jacob estaba ligado a este hijo de su vejez. ‘Amaba[...] a José más que a todos sus hijos'" (PP 209).

Lee Génesis 37:3 y 4. ¿De qué modo este acto de su padre empeoró la situación?

La costosa túnica, dada a José por un padre excesivamente cariñoso, estaba hermosamente tejida con una variedad de colores; ciertamente era más fina que cualquiera de los mantos de sus hermanos, y era de una clase que generalmente vestían personajes distinguidos. Los hermanos, sin duda, supusieron que su padre le daría todavía más honores, y que eso podría significar que él recibiera la primogenitura. Ellos fácilmente pudieron imaginar, por ello, que José recibiría la herencia mayor. Sea lo que fuere lo que el padre tuviera en mente al darle a José la túnica, aunque podría haber sido sencillamente una demostración de amor y nada más, esto fue un grave error, porque excitó aún más las llamas de odio a José en el corazón de sus hermanos.

En un sentido, el manto simbolizaba honores terrenales, distinción y favores temporales, y por ende, superficiales. Al escribir este incidente, Moisés puso el manto de colores en el contexto de la actitud de Jacob, que amó más a José que a los otros hijos, y eso fue el centro del problema, en el trasfondo de su odio hacia él, y a lo que el odio los llevó.

¿Te han dado alguna vez honores mundanos? ¿Cuán bien te sentiste en el momento? ¿Cuánto tiempo pasó hasta que la euforia, o el sentido de satisfacción o el buen sentimiento que tuviste se desvanecieran, y el honor llegó a significar poco o nada? ¿Qué lección deberíamos obtener de eso? Ver 1 Corintios 9:24-26.

Más de ESU