"En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en  mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de  justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas" (Isaías  61:10).

Vestidos que no permanecen

martes 17 de mayo, 2011

Como ya vimos, Isaías pasó mucho tiempo advirtiendo acerca de juicios, pero entrelazó esas advertencias con promesas animadoras de Dios. Después de explicar la devastación de la tierra que haría Dios, Isaías habló a quienes en Israel habían esperado sinceramente el cumplimiento de todas las promesas, pero que habían olvidado las circunstancias en las que el Señor dirigió a su pueblo a través de momentos difíciles.

Lee Isaías 51:6 al 8. ¿Qué mensaje está dando Dios al pueblo? ¿Qué contraste se presenta? Y también ¿qué esperanza?

¿Quién no ha visto cuán fácil y rápidamente la vestimenta puede dañarse o gastarse? No se necesita mucho para arruinar el traje más rico y fino. Qué comparación adecuada para este mundo y la gente que está en él. Cuán rápidamente estamos aquí, cuán rápidamente desaparecemos. Santiago, en el Nuevo Testamento, compara nuestra existencia  con un "vapor" o una "neblina" (Santiago 4:14). Podemos enojarnos todo lo que queramos, pero más temprano o más tarde, como una vestidura, desapareceremos.

Y, no obstante, observa de qué otra cosa habla Isaías allí: de la salvación de Dios, la justicia de Dios, el vestido de la justicia de Cristo, que solo trae la salvación, una salvación que dura para siempre. El Señor, aquí, nos señala las únicas dos opciones que afrontan los humanos: la disolución y la muerte eterna, o la vida eterna en una tierra nueva, que no se "envejecerá como ropa de vestir" (verso 6) sino que permanecerá para siempre. Desde Adán y Eva, en el Edén, hasta el día de la venida de Cristo, estos fueron y siguen siendo los dos destinos finales de toda la humanidad. Son mutuamente excluyentes; es decir, es lo uno o lo otro. Cuál de ellas tendremos, solo nosotros, como individuos, podemos decidirlo.

Lee Isaías 51:7, palabras dirigidas a quienes saben lo que es recto, que tienen la ley de Dios en su corazón. ¿Qué debería significar eso para nosotros hoy? ¿De qué modo el tener la ley en nuestros corazones nos ayuda a saber lo que es recto? ¿Es suficiente saber lo que es recto para llevarnos a hacer lo recto, o se necesita algo más? Si es así, ¿qué es eso?