"Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo" (Génesis 28:16, 17).

BET-EL, LA CASA DE DIOS

jueves 30 junio, 2011

Jacob y Esaú, como Caín y Abel, representan dos clases de adoradores. El espíritu osado y aventurero de Esau atraía a su padre, que era tranquilo y retraído. Jacob, por otro lado, parecia tener una naturaleza más espiritual. Pero él también tenía serias deficiencias de carácter. Jacob quería la primogenitura, que legalmente le correspondía a su hermano mellizo mayor. Y estaba listo para involucrarse en el plan engañoso de su madre para obtenerla. Como resultado, Jacob huyo aterrado, para escapar de la ira y el odio de su hermano, y nunca mas vió a su madre.

Lee la historia de la huida de Jacob (Génesis 28:10-22). Nota los mensajes de ánimo y seguridad que Dios le dio por medio de un sueno. ¿Cuál fue la respuesta de Jacob?

Esta es la primera mención, en el Génesis, de la "casa de Dios" (vers. 17). Aunque para Jacob fue solo un monumento de piedra, Bet-el llegó a tener un lugar importante en la historia sagrada. Aquí Jacob adoró a Dios de sus padres. Aquí él hizo un voto de fidelidad a Dios. Y aquí como Abraham, prometió devolver a Dios el diezmo -un décimo de sus bendiciones materiales- como un acto de adoración.

Nota el sentido de temor y reverencia de Jacob por la presencia de Dios. Él debió de haber entendido mejor que nunca antes la grandeza de Dios en contraste consigo mismo, y así la Biblia registra su actitud de temor, reverencia y respeto. Lo siguiente que hace es adorar. Aquí, también, vemos un principio con respecto a la clase de actitud que deberíamos tener en la adoración, una actitud que se revela en Apocalipsis 14:7, en el llamado a "temer a Dios".

La adoración no tiene que ver con acercarse a Dios como nos acercariamos a un compañero o a un camarada. Nuestra actitud deberia ser la de un pecador en extrema necesidad de gracia, que cae ante su Hacedor con un sentido de necesidad, temor y gratitud porque Dios, el Creador del universo, nos ama y hace tanto para redimirnos. ¿Cuanto ternor, reverencia y respeto tienes tú cuando adoras a Dios? ¿O tu corazón está endurecido, frío y desagradecido? Si es esto último, ¿cómo puedes cambiar?

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