"Y os alegraréis delante de Jehová vuestro Dios, vosotros, vuestros hijos, vuestras hijas, vuestros siervos y vuestras siervas, y el levita que habite en vuestras poblaciones; por cuanto no tiene parte ni heredad con vosotros" (Deuteronomio 12:12).

COMUNIÓN CON DIOS

miércoles 20 julio, 2011

Uno de los aspectos clave de tener una relación salvadora con Cristo es el de conocer a Dios. Jesús dijo: "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3). Como en cualquier otra relación, la comunicación es la clave.

Lee Éxodo 25:10 al 22. ¿Qué se dice aquí que debía hacer la gente, y qué promesas se le dan?

Sobre el Arca, que contenía las tablas de la Ley, y entronizada sobre el propiciatorio, moraba la presencia de Dios en la gloria de la Shekinah. Allí, "la misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron" (Salmos 85:10). Desde el altar del incienso, en el Lugar Santo, subía el humo, que representaba las oraciones del pueblo, mezcladas con los méritos y la intercesión de Cristo.

"Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel" (Éxodo 25:22).

Dios prometió al pueblo no solo su presencia, sino también con ellos, hablarles y guiarlos por el camino en que debían andar.

¿Qué nos prometen los siguientes textos? Salmos 37:23; 48:14; Proverbios 3:6; Juan 16:13.

Hoy no tenemos un santuario, pero tenemos las promesas de la conducción y la presencia de Dios en nuestras vidas, si nos entregamos a él. ¿Quién no ha visto la conducción de Dios en algún momento de su vida?

También aquí entra en juego la adoración. Un corazón entregado a Dios en oración, sumisión, reverencia y entrega, que siente su propia necesidad de salvación, de gracia, de arrepentimiento, es un corazón que –lleno de alabanza en adoración a Dios– será guiado en el camino que Dios desea para él. La verdadera adoración nos ayuda a estar más abiertos a la conducción de Dios, y a tener una actitud de fe y de sumisión. No hay nada vacío en esta clase de adoración.

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