"¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen
de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dul-
ce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de
los que son prudentes delante de sí mismos" (Isaias 5:20, 21).
ADORACIÓN Y OBEDIENCIA
"Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey" (1 Samuel 15:22, 23).
¿Qué principio vital puedes obtener de este pasaje con respecto a lo que constituye la verdadera adoración? ¿Cómo podemos asegurarnos de que no somos culpables de hacer exactamente lo que señalan estos versículos?
Estos versículos aparecen en el contexto de la caída y la apostasía de Saúl, el primer rey. Él debía atacar y destruir totalmente (la palabra hebrea sugiere "dedicarlos a la destrucción") a cada persona y a cada animal. Dios tenía planes de usar a Israel para traer juicios sobre esta nación malvada, los amalecitas, que por misericordia él había demorado unos tres siglos. A pesar de la instrucción explícita acerca de lo que debía hacer, Saúl abiertamente desobedeció (1 Samuel 15:1-21), y ahora iba a cosechar las consecuencias de sus acciones. La respuesta de Samuel a Saúl, en los versículos 22 y 23, nos ayuda a comprender mejor de qué trata la adoración verdadera.
1. Dios prefiere tener nuestros corazones más que nuestras ofrendas. (Si él tiene realmente nuestros corazones, las ofrendas seguirán solas.)
2. La obediencia es más aceptable para él que los sacrificios. (La obediencia es nuestra manera de mostrar que hemos entendido de qué tratan realmente los sacrificios.)
3. La obstinación, el insistir en nuestros caminos, es idolatría, porque hemos hecho un dios de nosotros mismos, de nuestros deseos y de nuestras opiniones.
Permite que el Espíritu Santo hable a tu corazón mientras te preguntas lo siguiente: ¿En qué áreas de mi vida puedo estar eligiendo seguir mis propios deseos u opiniones en vez de permitir que Dios me conduzca? ¿Qué lecciones deja el ejemplo de Saúl en su fatal presunción? ¿Cómo puedo aplicarlas en mi experiencia de adoración?