"Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis, y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto" (Hageo 1:6).

VUESTROS PADRES, ¿DÓNDE ESTÁN?

miércoles 31 agosto, 2011

La reconstrucción del Templo tomó unos veinte años. Esdras 5:1 y 2 cuentan que Zacarías era uno de los "profetas de Dios que les ayudaban". Enfatiza, como Hageo, la gloria que un día habitaría el Templo.

Pero, como suele suceder con la profecía, las promesas tienen condiciones. Los seres humanos, que tienen libre albedrío, deben elegir obedecer a Dios, hacer lo que él ordena, no como un medio de salvación sino para mostrar el fruto y los beneficios de la salvación.

La libertad humana es una suposición implícita en todas las Escrituras. La gente tiene la opción de elegir a quién servirá y adorará, y el cumplimiento de las promesas depende de las elecciones que hagan las personas. La Biblia está llena de promesas para los que fielmente lo buscan y lo sirven.

Lee Zacarías 1:1 al 6. ¿Qué tema aparece aquí que se repite en buena parte de la Biblia? ¿De qué modo la realidad de la libertad de la voluntad humana y de la libre elección se revela en estos textos?

Algunas de las palabras más conmovedoras en este texto están en el versículo 5: "Vuestros padres, ¿dónde están?" Es decir, aprende de los errores de los que vinieron antes de ti; aprende del pasado, y de lo que sucedió antes de ti.

Aquí es donde interviene el ministerio del pastor en el púlpito. El pastor, en su puesto profético, puede señalar a la gente la conducción de Dios, sus promesas, las condiciones de esas promesas. La predicación de la Palabra no debe causar confusión teológica o controversia sino ser cristocéntrica, señalando lo que Dios ha hecho por nosotros, la condición de que vayamos a él con fe y arrepentimiento. Eso es esencialmente lo que Zacarías le dice a la gente: arrepiéntanse, vuelvan de sus malos caminos, aprendan del pasado, y pongan su esperanza en Dios y en sus promesas para el futuro. Del mismo modo hoy, conociendo de lo que trataban los servicios del Santuario (la vida, muerte y el ministerio sumosacerdotal de Jesús), deberíamos ir a Dios y adorarlo con una actitud de fe, arrepentimiento y obediencia. Aunque la obediencia no nos salva, no hay salvación sin ella, sin considerar cuán fallada sea nuestra obediencia.

Más de ESU