"Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis, y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto" (Hageo 1:6).
La adoración : Del exilio a la restauración
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Nehemías 1; Jeremías 29:10-14; Ezequiel 8; Daniel 3; Hageo 1; Zacarías 1:1-6.
ES DIFÍCIL PARA NOSOTROS –a más de mil novecientos años de la destrucción del Templo de Jerusalén– comprender cuán importante era el Templo en la vida nacional y religiosa del pueblo judío. Era la culminación de la adoración, el centro de su identidad étnica y religiosa. Era donde Dios les dijo que moraría y gobernaría entre ellos, donde los seguidores de YHWH [Jehová] encontraban purificación, perdón, gracia y reconciliación.
Como era la casa de Dios, muchas personas no creyeron las advertencias proféticas de que sería destruido por Babilonia. ¿Cómo podría Dios permitir que su sagrado Templo fuera destruido? Solo podemos imaginar el impacto cuando, como el profeta había predicho, los babilonios lo destruyeron. Pero, en medio de la devastación, Dios prometió que la Nación sería restaurada; el templo, reconstruido e Israel recibiría otra oportunidad de cumplir con su destino profético.
Consideraremos algunos de los problemas en la adoración durante el tiempo del exilio y, luego, la restauración prometida.