“El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5:12)

LOS EVANGELIOS Y LA CRUZ

miércoles 18 de enero, 2012

A pesar de la encarnación de Cristo, su enseñanza profunda y los milagros que realizó, estos no son el centro de la vida de Cristo. En cambio, el pensamiento dominante de Jesús es el de dar su vida. Por más milagrosos que hayan sido su nacimiento y su ministerio, la gran misión de la vida de Cristo fue su muerte.

En los cuatro evangelios, Jesús procura preparar a sus discípulos para su muerte. Pero, su devoción por Jesús y la esperanza de un Mesías político les impidieron comprender lo que Jesús les decía.

Lee Marcos 10:32 al 45. ¿Cómo describió Jesús su ejecución tan próxima? (vers. 33, 34). ¿Qué había de malo en el pedido de Santiago y de Juan? (vers. 35-37). ¿Cuál fue la aguda respuesta de Jesús? (vers. 42-45).

La noche antes de morir, Jesús celebró la Pascua con sus discípulos. Luego, los instruyó para que ese evento fuera conmemorado hasta su regreso. La ordenanza de la Comunión, instituida por el Señor mismo –y el único acto conmemorativo que él autorizó–, no es un recordativo de su encarnación, de sus milagros o de su predicación; es un recordativo de su muerte. Cristo quiso ser recordado por su muerte.

En los informes de los cuatro evangelios acerca de la vida de Jesús, los eventos que rodearon su crucifixión reciben el mayor énfasis. El asombroso milagro de la Encarnación y el nacimiento de Jesús son mencionados solo por Mateo y Lucas en dos capítulos cada uno. Marcos y Juan omiten comentarios sobre el nacimiento de Cristo, y comienzan sus evangelios con Jesús como adulto.

Los cuatro escritores de los evangelios, sin embargo, enfatizan la última semana de la vida de Cristo y su muerte. Repasa las narraciones, y notarás que la concentración está en la última semana de la vida de Jesús, que lo lleva a su muerte. Esto abarca desde un tercio hasta casi la mitad de los textos en los evangelios. Cada lector está "forzado" a prestar atención indivisa al gran acto redentor de Dios.

Considera tu vida, tu pasado, tus errores, tus pecados. . . ¿Crees honestamente que has hecho algo, o podrías hacer algo, para expiar ese pasado? ¿Por qué, entonces, la muerte de Jesús en tu favor debería ser el centro de toda tu vida? ¿Qué esperanza tendrías sin ella?