“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jeremías 31:3).
JESÚS Y EL ROMANCE
Lee Juan 2:1 al 11. ¿Qué nos dice acerca de la actitud de Jesús hacia el matrimonio y el amor romántico? ¿Qué significa que él dio su bendición en un bullicioso y largo casamiento judío usual en esa época?
Jesús acababa de regresar del desierto de la tentación, donde él mismo bebió la copa de la aflicción. De allí fue a dar a la familia humana la copa de bendición y a consagrar las cálidas relaciones humanas. Jesús, quien ofició en la primera boda en el Jardín del Edén, realizó su primer milagro en una boda.
En los tiempos bíblicos, un casamiento judío era una ocasión festiva. Esta fiesta en Caná duró varios días. Los rabíes y los estudiantes dejaban sus actividades. Todos traían regalos, y la familia huésped suministraba comida, bebida y diversión.
Que se acabara el vino era una catástrofe; y la madre de Jesús le describe la emergencia a él. Ella ni sugiere nada ni es pasiva, solo les dice a los siervos que hagan todo lo que él les dijera.
Jesús les dice a los siervos que llenen seis tinajas con agua. Los arqueólogos dicen que, en ese tiempo, una tinaja podía contener entre 60 y 90 litros. Estamos hablando, por lo menos, de cerca de 360 litros (unos 90 galones). Otros sugieren unos 450 litros (120 galones).
Enseguida, el encargado de la fiesta felicita al novio, exclamando: “Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior: mas tú has reservado el buen vino hasta ahora” (Juan 2:10).
En un galón hay casi cuatro litros y, si cada litro rinde seis vasos, la cantidad usada en esta recepción sería un total mínimo de 2.160 vasos. Eso significa, entonces, 2.160 vasos del mejor vino para una pequeña fiesta en una aldea del interior de Galilea. Jesús, en una boda, da lo mejor que ellos habían visto.
En este milagro vemos el poder creativo de Dios, que, en el ministerio terrenal de Jesús, se expresó primero en una boda.
El amor romántico y el matrimonio son, sin duda, dones maravillosos de Dios. Debemos recordar que Jesús nunca se casó y, de este modo, dejó un ejemplo que muestra que no todos tienen que casarse. Las personas solas pueden vivir vidas llenas, productivas y gozosas, así como lo pueden hacer las personas casadas.