“Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).

NO POR CULPA

lunes 04 junio, 2012

Por siglos se ha usado la culpa para motivar a la gente a la acción. Los líderes de evangelismo nos recuerdan que Dios nos dio responsabilidades, y que debemos usar los talentos y los dones que nos dio, y que Dios y la iglesia dependen de nosotros. Dios ha hecho tanto para salvarnos... ¿cómo podemos mantenernos inactivos en la evangelización? Estos intentos de llamarnos a la acción con la mejor intención apelan a nuestro sentido de culpa y de deuda hacia Dios. La motivación siempre parece contraproducente cuando quitamos el énfasis de lo que Dios ha hecho y lo ponemos sobre lo que tenemos que hacer.

Lee Romanos 3:19 y 20. ¿Qué quiso decir Pablo cuando declaró que todo el mundo es culpable ante Dios?

Pablo dice que todos están bajo el juicio de Dios, es decir, son responsables ante él. Afirmó, en el versículo 10, que “no hay justo, ni aun uno”; y en el versículo 19 confirma que “todo el mundo” es culpable ante Dios.

La función de la Ley ha sido comparada con un espejo que revela nuestra condición pecadora, pero que no provee el jabón y el agua limpiadores. Al mirar la ley de Dios, vemos nuestra pecaminosidad, y eso nos impulsa a ir al Salvador para recibir su perdón y limpieza gratuitos.

Después de que vamos a Cristo, ya no estamos más motivados por la culpa, porque esta ha sido lavada por la justicia de Jesús y en él somos perfectos. Somos pecadores, pero hemos sido perdonados, nuestra culpa ha sido expiada. Y, basados en la salvación que es nuestra por medio de Cristo, estamos motivados para testificar a otros de lo que Cristo ha hecho por nosotros.

Lee Santiago 2:10. ¿Cuál es el punto principal aquí? ¿Cómo explicarías esto a un creyente nuevo?

Una ofensa en un punto nos hace culpables de toda la Ley; esto subraya cuán inútil es intentar ganar el favor de Dios por guardar la Ley. El quebrantar la Ley, aun en un grado muy pequeño, revela el deseo de hacer nuestra propia voluntad en vez de la de Dios.

Reconoce tus errores, entrégalos a Jesús, reclama su justicia, su perdón, su gracia; pero no te equivoques, eres indigno, más de lo que te imaginas. Si no, la salvación ofrecida no sería por gracia, sino una deuda que Dios tiene contigo (ver romanos 4:1-4). ¿Crees que Dios te debe algo?

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