“Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo” (1 Tesalonicenses 2:19, 20).
PABLO ABRE SU CORAZÓN
Lee 1 Tesalonicenses 2:17 al 3:10. ¿Qué nos dice allí acerca de su apego emocional y su relación con estos creyentes? ¿Qué podemos aprender de él con respecto a cómo relacionarnos con aquellos a quienes ministramos?
La profundidad del pensamiento de Pablo y su tono de confrontación (ver, por ejemplo, Gálatas 1:6, 7; 3:1-4; 4:9-11) a veces lo muestran como si desechara los sentimientos y las relaciones personales. Pero, este delicioso interludio en 1 Tesalonicenses ofrece otra idea. Era un evangelista de relaciones intensas, que seguía la Gran Comisión, que enfatiza el hacer discípulos (Mateo 28:19, 20).
En el pasaje mencionado arriba, Pablo revela sus emociones. Echa de menos a los creyentes tesalonicenses con “mucho deseo”. Cuando venga Jesús, Pablo quiere presentar a los creyentes de Tesalónica a Jesús como ejemplos de su ministerio. Pablo no está satisfecho con ser salvado; quiere evidencias de que su vida marcó una diferencia para el Reino de Dios.
Cuando Pablo “no pudo soportar más” su anhelo de ver a los tesalonicenses, envió a un amigo mutuo para saber cómo estaban. Pablo temía que de algún modo Satanás los hubiera alejado de sus convicciones originales. Pero fue muy consolado cuando Timoteo informó que estaban firmes en la fe.
Hay una sugerencia interesante de una dinámica más profunda en 1 Tesalonicenses 3:6. Pablo se alegra por el informe de Timoteo de que tenían una buena opinión de él y que anhelaban verlo tanto como él deseaba verlos a ellos. La partida de Pablo de Tesalónica fue repentina, y él parece tener cierta duda acerca de cómo lo veían a él y su ausencia. La fidelidad de los tesalonicenses produjo una gran diferencia para Pablo. El sentido de valía personal de Pablo estaba ligado, hasta cierto punto, al éxito de su misión. Después de todo, él era humano.
El informe de Timoteo llevó a Pablo a una profunda experiencia de gozo en sus oraciones a Dios. Pero, su gozo no apagaba su anhelo de verlos cara a cara y de ayudarlos en el camino cristiano. Entonces, incapaz de estar con ellos, Pablo les envió a Timoteo, y luego se ocupó de ellos por carta. Esas cartas forman parte del Nuevo Testamento.