"Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder” (2 Tesalonicenses 1:11).

NUEVOS SALUDOS

domingo 9 de septiembre, 2012

“Pablo, Silvano y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo: gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (2 Tesalonicenses 1:1, 2). ¿Qué esperanza y promesa aparecen en un saludo tan sencillo como este? ¿Cuánta teología hay aquí, cuánta esperanza, cuánta promesa? ¿Cómo podemos aprender a hacer que esta esperanza y estas promesas sean nuestras?

Pablo, como lo hace muy a menudo, habla acerca de la gracia y la paz. En un sentido, ¿no están relacionadas? ¿No debería conducirnos a la paz en nuestras vidas, el reconocer la gracia de Dios y la promesa del perdón en Jesús? ¿Cuán vital es que, no importa cuáles sean las circunstancias, todos tomemos tiempo para meditar en la maravillosa provisión de la salvación hecha para nosotros y la gracia que ella nos ofrece, sin importar nuestra indignidad? ¿Cuál es la mejor manera de experimentar la paz que se nos promete? Necesitamos concentrarnos no en nosotros, sino en Jesús y lo que en él se nos ha dado.

Compara 1 Tesalonicenses 1:1 con 2 Tesalonicenses 1:1 y 2. Hay poca diferencia en las palabras. ¿Qué importancia puede tener esa diferencia?

Hay una diferencia entre el comienzo de 1 y 2 Tesalonicenses. Pablo cambia de “en Dios el Padre” (1 Tesalonicenses 1:1) a “Dios nuestro Padre” (2 Tesalonicenses 1:1). Esto añade un toque de relación. Hay personas que se sienten cercanas a Jesús, pero tienen temor de Dios el Padre. El apóstol asegura a los tesalonicenses que pueden tener tanta confianza en su relación con el Padre como la que tienen con Jesús. Jesús vino a esta Tierra para mostrarnos cómo es el Padre.

Lee Juan 1:18 y 14:7 al 11. ¿Qué seguridad y esperanza podemos obtener de estos textos, especialmente a la luz de 2 Tesalonicenses 1:1 y 2?