“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).

LA ORDENANZA DE LA HUMILDAD

martes 27 noviembre, 2012

Imagina el dolor que debió haber sentido Jesús cercano a la cruz, la máxima humillación, cuando vio las discusiones entre sus discípulos sobre quién sería el mayor en su reino.

Lee Lucas 22:24-27 (ver también Mateo 18:1; 20:21). ¿Qué verdad vital no habían aprendido todavía los discípulos?

Nuestro mundo está tan distorsionado y pervertido por el pecado que tenemos todo al revés, por más “racional” y “sensato” que ese “revés” parezca. ¿Quién en su sano juicio preferiría servir en vez de ser servido? ¿No se trata de que, en la vida, todo debe ser para adelante, y llegar a ser rico y alguien a quien otros atiendan, en lugar de estar sirviendo a otros? Entonces, no es extraño que, en ocasión de la Última Cena, Jesús lavara los pies de los discípulos. Las palabras no podrían haber transmitido con mayor fuerza la realidad de lo que la verdadera grandeza es para Dios que el lavamiento de los pies de aquellos que deberían haber besado los de él.

¿Qué nos enseña Juan 13:1-17 acerca del lavamiento de los pies como una parte del Servicio de Comunión?

Hay muchas verdades que surgen de estos versículos. En el 3 dice que Jesús sabía que el Padre le había dado “todas las cosas en sus manos”. ¿Qué sucedió después? Sí, Jesús, sabiendo bien que “había salido de Dios, y a Dios iba”, se levantó de la mesa y comenzó a lavar los pies a los discípulos (vers. 5). Aun sin saber plenamente quién era Jesús en realidad, ellos debieron haber estado atónitos. ¿Cómo podrían no haber visto aquí la lección?

Sin embargo, piensa también lo que significa que el servicio del lavamiento de los pies vino antes de la Cena del Señor. Antes de reclamar para nosotros todo lo que Cristo hizo por nosotros, cuán importante es ir a la Cena del Señor con un sentido de nuestra propia humildad, bajeza y necesidad de la gracia divina.

¿Los pies de quién te haría un inmenso bien espiritual si los lavaras?

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