“En esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:3, 4).

EL SÁBADO Y LA LEY

miércoles 05 diciembre, 2012

Como vimos en la sección del lunes, muchos cristianos todavía creen en la naturaleza obligatoria de la Ley de Dios. Si aceptamos la realidad del pecado, es difícil ver cómo alguien puede creer otra cosa.

No obstante, todo el problema de la obligación cristiana hacia la Ley llega a ser muy confuso, de repente, cuando aparece el tema de la obediencia al cuarto Mandamiento, el específico con respecto al séptimo día. La ironía es que aquel juez de Alabama que insistía en poner el monumento a los Diez Mandamientos en la sala del tribunal violaba él mismo esa Ley, porque al observar el domingo no guardaba el mandamiento bíblico del descanso en el séptimo día. De acuerdo con Santiago, "cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos" (Santiago 2:10). Ese juez era culpable de violar cada precepto de la Ley que él insistía en poner en la sala del tribunal.

En Éxodo 20:9, 10 hallamos el mandamiento del sábado. El texto señala cuándo es el sábado (el séptimo día), y cómo ha de guardarse (cesación del trabajo regular de todos) para mantener su santidad. "El sábado no se describe como un día de recuperación de aquellos que son demasiado débiles para seguir trabajando día tras día sin descanso. Se lo presenta como una detención buena para todos, con el propósito de reenfocar la santidad (todas preocupaciones que surgen de pertenecer a Dios, que es la santidad) a fin de gozar de las bendiciones de Dios de ese día y su potencial" (Douglass K. Stuart, The New American Commentary, Exodus, 2:460).

El potencial espiritual del sábado está incorporado en lo que simboliza. ¿Cuál es el significado espiritual del sábado? ¿Cómo te ha ayudado tu propia experiencia para apreciar el sábado? Éxodo 20:11; Deuteronomio 5:15; Éxodo 31:13; Ezequiel 20:20; Hebreos 4:3-9.

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