Tú, pues, vuélvete a tu Dios; guarda misericordia y juicio, y en tu Dios confía siempre.

Oseas 12:6

LA COMPASIÓN ES MÁS FUERTE QUE LA IRA

miércoles 10 de abril, 2013

“¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín? ¿Te entregaré yo, Israel? ¿Cómo podré yo hacerte como Adma, o ponerte como a Zeboim? Mi corazón se conmueve dentro de mí, se inflama toda mi compasión. No ejecutaré el ardor de mi ira, ni volveré para destruir a Efraín; porque Dios soy, y no hombre, el Santo en medio de ti; y no entraré en la ciudad” (Oseas 11:8, 9).

Este pasaje sirve como una ventana al corazón de Dios: ¿Entregará Dios a su hijo rebelde para ser apedreado a muerte, como lo demanda la ley (Génesis 19:17-23)? ¡Qué asombrosa vislumbre nos da del sufrimiento propio de Dios a causa del pecado humano, y de su deseo de salvarnos!

Aunque el pecaminoso Israel merecía la destrucción total, Dios, en su misericordia duradera, sigue amando a su pueblo mientras lucha para que se arrepienta.

En el tiempo de Abraham había cinco ciudades situadas en el valle del Jordán, al sudeste del Mar Muerto (Génesis 14:8). Eran conocidas como “las ciudades de la llanura”: Sodoma, Gomorra, Adma, Zeboim y Zoar. De ellas, solo Zoar no fue destruida. Los nombres de las otras cuatro llegaron a ser proverbiales por la destrucción total que cayó sobre ellas a raíz de sus caminos malvados y su falta de disposición a arrepentirse (Deuteronomio 29:23). A algunas de estas ciudades se está refiriendo Oseas en los versículos citados.

Oseas 11 enseña que los caminos de Dios trascienden los de la humanidad pecadora. Dios no permite que la amargura gobierne sus decisiones. El amor de Dios procura traer sanidad, salud y restauración a su pueblo. El propósito de la disciplina divina es corregir, enmendar y reconciliar, no destruir y vengar. Muchas personas, aun cristianos profesos, no entienden este aspecto de Dios; en cambio, lo ven como vengativo, airado y buscando encontrar faltas para castigarlas por sus pecados. Aun peor, algunos creen que quemará a los perdidos en el infierno por toda la eternidad. Esto, sin embargo, no es el cuadro de Dios que se presenta aquí.

Lee Romanos 5:8, 1 Pedro 2:24 y Gálatas 3:13. ¿De qué modo estos textos, aun más que los que vimos en Oseas, revelan la amplitud del amor de Dios por la humanidad?