Tú, pues, vuélvete a tu Dios; guarda misericordia y juicio, y en tu Dios confía siempre.

Oseas 12:6

UN HIJO INFANTE

martes 9 de abril, 2013

“Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. [...] Enseñaba a andar al mismo Efraín, tomándole de los brazos; y no conoció que yo le cuidaba” (Oseas 11:1, 3 ).

En estos versículos, Oseas dice que el camino de Dios es como el cuidado tierno que da un padre reciente. Así como un padre, tierna y pacientemente, enseña al niño a caminar tomándolo por la mano, para evitar que caiga, así Dios cuidó de Israel desde el mismo comienzo. Dios, quien ama y perdona, es el corazón del mensaje de Oseas. Aun cuando él aplica disciplina, es profundamente compasivo. Su ira puede ser aterradora, pero su misericordia está más allá de la comprensión.

Lee Deuteronomio 8:5, Proverbios 13:24, Hebreos 12:6 y Apocalipsis 3:19. ¿Qué punto tienen estos textos en común? ¿Qué consuelo podemos obtener de estos textos?

Por medio de Moisés, Dios informó al rey de Egipto que Israel era su hijo especial (Éxodo 4:22, 23). Aunque todas las naciones de la Tierra, incluyendo a Egipto, son hijos e hijas de Dios, la nación hebrea fue elegida por Dios para ser su hijo primogénito, con privilegios especiales. Pero, junto con esos privilegios vinieron responsabilidades. En el desierto, Dios llevó a su pueblo del mismo modo en que “lo hace un padre con su hijo” (Deuteronomio 1:31). A veces los disciplinó como “un padre disciplina a su hijo” (Deuteronomio 8:5).

“Todos los que en este mundo prestan verdadero servicio a Dios o al hombre reciben una educación preparatoria en la escuela del dolor. Cuanto mayor sea la confianza y más elevado el servicio, más estrecha será la prueba y más severa la disciplina” (Ed 151).

No hay dudas, cualquier padre que ama a sus hijos los disciplinará, y siempre para el bien de ellos. Si los seres humanos caídos y con fallas hacen eso, ¿cuánto más podemos confiar en el amor de Dios por nosotros, aun durante los momentos de pruebas?

Para muchos de nosotros, el problema no es acerca de confiar en la disciplina de Dios. Más bien, la lucha es conocer cómo interpretar las pruebas que nos llegan. ¿Cómo sabemos si lo que nos pasa es, en realidad, que Dios nos enseña en la “escuela del dolor”, o si es otra cosa? Trae tus respuestas a la clase el sábado.