“Mas yo, con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová”  Jonas 2:9.

EL SALMO DE JONÁS

martes 07 mayo, 2013

Cuando Jonás fue arrojado al mar, un gran pez lo tragó por mandato de Dios. Jonás debió de haber pensado que la muerte sería realmente su única manera de escapar de la misión a Nínive. Pero el gran pez (no se lo llama ballena en el libro) fue un medio de salvación para el profeta. A diferencia de Jonás, esta criatura respondió inmediata y obedientemente al mandato de Dios (Jonás 1:17; 2:10.)

La providencia de Dios obró de una manera asombrosa aquí y, aunque algunas personas se burlan de la historia, Jesús testificó de su veracidad (Mateo 12:40), y aun la usó en referencia a su propia muerte y resurrección corporal.

Lee Jonás 2, a menudo llamado el salmo de Jonás. ¿Qué quiere decir él allí? ¿Qué aprendió? ¿Qué principios espirituales podemos obtener de este capítulo?

El salmo de Jonás celebra su liberación por obra de Dios de las peligrosas profundidades del mar. Es la única parte poética del libro. En ella, Jonás recuerda su oración pidiendo ayuda mientras se hundía en las aguas y afrontaba una muerte segura. Al darse cuenta plenamente de su salvación, agradeció a Dios por ella. El himno indica que Jonás estaba familiarizado con los salmos bíblicos de alabanza y gratitud.

El voto de Jonás probablemente consistía en un sacrificio de gratitud. Estaba agradecido porque, aunque merecía morir, Dios le había mostrado una misericordia extraordinaria. A pesar de su desobediencia, Jonás todavía se consideraba leal a Dios, porque no había sucumbido a la adoración de ídolos. Cualesquiera que fueran sus fallas de carácter, estaba decidido a tratar de ser fiel a su vocación.

Algunas veces se necesita una experiencia terrible para que abramos nuestros corazones a Dios, para darnos cuenta de que él es nuestra única esperanza, nuestra única salvación. Medita en una experiencia que hayas tenido en la que hayas visto claramente la mano de Dios obrando en tu propia vida. ¿Por qué es tan fácil olvidar la manera en la que Dios te guió, aun milagrosamente, especialmente cuando surgen nuevas pruebas?

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